21/5/19

Empresas malagueñas en la memoria


Por José M. Domínguez Martínez

Justamente el día primero del presente año, vio la luz este blog con una entrada en la que se anunciaba el lanzamiento de un nuevo proyecto del Instituto Econospérides para la Gestión del Conocimiento Económico, bajo la denominación inicial, meramente provisional, instrumental y simbólica, de “Proyecto Mlk”. Su propósito declarado es el de rendir homenaje a las unidades empresariales que, por una u otra razón, no forman ya parte del entramado económico de la ciudad de Málaga; aunque, sin establecer límites excluyentes, primordialmente a aquellas empresas que han dejado un hueco en el mosaico de la actividad económica municipal a lo largo de las últimas cinco décadas.

La motivación del Proyecto, a la espera de dotarlo de un nombre más significativo y estable, responde a una fundamentación múltiple:

(i) De entrada, la constatación, unida a su reivindicación, de la importancia del papel del empresario para el progreso económico y el bienestar social.

(ii) La inclinación del Instituto por compatibilizar el tratamiento y el análisis de aspectos de ámbito general con el estudio de temas de su entorno económico y social más próximo.

(iii) La voluntad de que el papel y la aportación de empresas que han desaparecido no caiga en el olvido.

(iv) El deseo de promover la realización de estudios e investigaciones conexos en el área de la Historia Económica.

(v) La intención de estimular, igualmente, la elaboración de análisis en el campo de la Economía de la Empresa, de trabajos que permitan indagar los factores explicativos de la evolución de las unidades empresariales consideradas y, en última instancia, de su desaparición.

(vi) La pretensión de inducir y aunar los sentimientos de personas que, por diferentes tipos de vinculación, hayan sido testigos del devenir de las organizaciones objeto del proyecto, o simples observadores de una realidad cambiante cuyos verdaderos rasgos solo se perciben cuando se dispone de una cierta perspectiva histórica.

Ahora, tras la reunión mantenida el día 8 de mayo de 2019, con asistencia de miembros del Instituto Econospérides y de otras personas adheridas al Proyecto, éste arranca formalmente bajo un esquema abierto y flexible, con el propósito de ir moldeándose a tenor de la experiencia concreta. No nace con una obsesión maximalista plasmada en unos ambiciosos objetivos cuantitativos. Desde la más completa modestia, solo pretendemos ir recabando aportaciones de una u otra índole, ya sea de meras referencias, testimonios personales, indicios, informaciones, textos, comentarios, anécdotas, o curiosidades. Todos estos elementos pueden tener valor y ser objeto de algún aprovechamiento. 

Las ventajas que proporciona un blog o una página web permiten que no haya que aplicar más restricciones que las que deriven del respeto a la veracidad, el rigor, a las buenas formas y a los criterios éticos. Los distintos elementos de difusión del conocimiento se prestan a ser insertados en diferentes categorías seleccionadas al efecto. En una primera fase, Internet será el único canal a través del que se plasmará el Proyecto, aunque sin renunciar a elaborar y publicar ediciones impresas.

Este Proyecto va dedicado a recoger y dar a conocer la historia de empresas, de entidades generalmente de naturaleza mercantil, como protagonistas de la actividad económica. Aun siendo totalmente legítimo ese carácter en el contexto de una economía libre de mercado, el presente Proyecto, a diferencia de dicha connotación, se rige por motivaciones exclusivamente altruistas, con el único propósito de contribuir a la generación y a la difusión del conocimiento económico.


Plaza de la Constitución
Imagen tomada de "Málaga Ciudad Genial" (@turismodemalaga)

20/5/19

Breve historia de la confitería Casa María Manín


Por José M. Huertas Moreno

En los días previos a la Navidad de un año de la primera mitad del siglo XIX, doña María Manín bajó al portal de su casa, como hacía normalmente por estas fechas, con una bandeja en la que se exhibían al público los dulces, roscos de vino y bollitos, que ella misma hacía de acuerdo con las recetas de su madre y anteriormente de su abuela.

Empezó como un entretenimiento, y por el consejo de familiares y amigos que habían tenido la fortuna de probar en la intimidad de su hogar, la elaboración de aquellos dulces cuyo olor y sabor no tenían semejanza con los habituales.

De esta forma se inició una actividad confitera, que se iba a convertir en un hito de la tradición confitera de Málaga y que durante más de un siglo deleitó a malagueños y visitantes, no solo con el sabor de sus especialidades, sino también con el olor que inundaba la Calle Granada cuando los dulces salían de su hornada.

La demanda y el éxito de los dulces de aquel portal obligó a buscar un local que diera satisfacción a los malagueños que cada día se acercaban a comprarlos. Así aparece una pequeña confitería, en el año 1894, Casa María Manín, primero en Calle Granada, en el número 35, y, posteriormente, en el número 20 de la misma Calle, ya con un obrador que ocupaba tres plantas encima de la misma tienda, lo que permite abrir no solo por Navidad sino durante todo el año. Es en este establecimiento donde inicialmente la familia García Marín, seguida de la Moreno García y continuada por la Huertas Moreno, respetando siempre la tradición familiar en la transmisión por la rama femenina del negocio, producen, exponen y venden sus productos.

Aquella ampliación, lógicamente, obligó a la contratación de trabajadores y a la adquisición de las máquinas básicas tradicionales de una confitería de la época. Esta, llamemos modernización, no representó el más mínimo cambio en la forma de elaboración, en el uso de las mejores materias primas y en la acertada aplicación de las recetas, ni, por lo tanto, en la calidad de los productos elaborados.

En tiempos de la Familia Moreno García, siguiendo la tradición familiar, los cuatro hijos del matrimonio de don Manuel Moreno y doña María García, Agustín, María (fallecida prematuramente), Elisa y Manolo ayudan en la tienda, con independencia de los estudios que cada uno realizaba, especialmente en Navidades. En esa época tal era la fama de la Confitería que, con motivo de una visita de la Familia Real a Málaga, los Infantes fueron a la Confitería a degustar algunos de sus dulces, como muestra de una tradición malagueña.

Con motivo del fallecimiento del matrimonio García Moreno, y en especial el de doña María García, que era la que regentaba la Confitería, ayudada, obviamente, por su marido, toma el relevo, según la tradición familiar, la única hija existente, Elisa, que, al casarse con don José Huertas, inicia la última época de Casa María Manín, con la familia Huertas Moreno.

En esta época, en consonancia con el desarrollo general de España, la Confitería se moderniza y los brazos de los trabajadores manuales se sustituyen, al menos parcialmente, por máquinas amasadoras, mezcladoras, etc., e incluso el horno de leña da paso al horno eléctrico. Estos adelantos se hacen sin menoscabo de la calidad y, sobre todo, del sabor y del olor de los dulces originarios, que, como se ha dicho antes, continuaba inundando la Calle Granada, al salir los productos del horno.

Además de lo anterior, se producen dos hechos importantes respecto a la elaboración y la venta de los productos confiteros. Primero se amplía la oferta de productos, que se suman a los bollitos y roscos tradicionales, y, segundo, el hecho, no muy habitual en aquellos momentos, de que, dada la demanda, no solo se vende en el propio establecimiento, sino que se exporta a otras ciudades españolas e incluso al extranjero, donde viven malagueños deseosos de paliar, a través de los productos de María Manín, la añoranza de su tierra.

En definitiva, en esta última época, contemplamos una Casa María Manín que ha crecido en oferta, aunque los roscos y los bollitos siguen constituyendo el núcleo de todos los productos elaborados, sin menoscabo del carácter familiar de la actividad confitera, dado que por aquel entonces, como era tradicional, más de la mitad de los trabajadores dirigidos por don José Huertas, que estuvo siempre implicado al máximo en el obrador de la Confitería, eran miembros más o menos lejanos de la familia Huertas Moreno, mientras que doña Elisa Moreno, en la trastienda, vigilaba la forma en que se atendía al público.

Esta circunstancia del carácter familiar de los trabajadores del obrador representaba un valor añadido al de los dulces elaborados, ya que, a la singularidad de las recetas de elaboración de sus productos típicos y a la calidad de las materias primas, se unía un factor constante en Casa María Manín desde su fundación, la convicción de que estaba elaborando un producto propio, singular y único.

Desafortunadamente, la muerte de don José Huertas a la edad de 59 años, en el año 1966, y el hecho de que ninguno de sus hijos, José Manuel, Antonio y Elisa, sintieran esa vocación confitera, que, con independencia y por encima del aspecto puramente comercial, había que tener para llevar adelante esta actividad tan familiar y entrañable como era la Casa María Marín, obligó a doña Elisa Moreno a cesar en las actividades de la Confitería, al año de la muerte de su marido.

Con ello se acabó una tradición malagueña y familiar que había durado desde la primera mitad del siglo XIX hasta la segunda del siglo XX.