27/10/19

Apuntes para una historia de los cameranos en Málaga (2 de 3)

Por Fernando Alonso González

LAGUNA DE CAMEROS

Pertenece a la provincia de Logroño y al partido judicial de Torrecilla. Está cercado de ruinas, escondido entre abruptas montañas y orientado al sur, a 47 kilómetros de la capital, en la margen izquierda y no lejos del nacimiento del río Leza. Lo habitan quinientas cincuenta y tres almas. Tiene coche correo (auto), que no pasa del lugar. Su clima es delicioso en verano, pero nada suave en invierno. En algunos edificios campean los blasones de los hidalgos de Tejada y Valdeosera. No pocos enfermos, desahuciados por los médicos, recobran aquí la salud, merced a la pureza de sus alimentos y a la bondad de sus aguas2.

Bajando de Piqueras, el primer pueblo del Camero Viejo que nos encontramos es Laguna de Cameros, el pueblo de mi tatarabuelo, Pedro Alonso García, y el de los Larios, los Gómez, los Álvarez Fonseca, los de la Cámara, entre otros muchos. Laguna de Cameros es el epicentro de la emigración camerana a Málaga. Está a 47 kilómetros de Logroño y a 62 de Soria. Según afirmaba Pascual Madoz en 1850, sus 1.050 metros de altitud le proporcionan un clima frío en invierno, pero delicioso en verano.


Laguna de Cameros llama la atención del viajero por ser un pueblo serrano bello y armonioso, con macizas casas de piedra, bien conservadas, construidas con los buenos dineros que generaba la ganadería y adornadas con muchas flores, quizá contagiados de la abundancia de ellas que hay en las casas de Andalucía. Hasta aquí no ha llegado todavía el turismo. En la calle Mayor sobrevive en estado ruinoso la casa de los Larios, de donde estos salieron hacia Málaga, Gibraltar y Cádiz a principios del siglo XIX. Su actual propietario, según me contó, negocia actualmente con la familia su venta.




 Me dirijo a la iglesia de la Asunción, donde se custodia la pila bautismal, románica del siglo XII, en la que fueron bautizados muchos de nuestros antepasados. A pesar de ser la hora de la comida, me abre su párroco, Antonio Arnedo Martínez, que atiende además con generosidad cristiana y paciencia evangélica otras 22 parroquias, cuya larga lista les ahorraré. Es la España vacía. Me cuenta don Antonio que en invierno, con la nieve y el hielo, algunos días los desplazamientos son casi imposibles.
 


En Laguna de Cameros viven todo el año unos cuarenta vecinos, aunque están censados 116. Sin embargo, en verano pueden llegar a los doscientos, pero están lejos de los setecientos habitantes que tenía el pueblo en 1850. Sin duda, la época dorada de este pueblo riojano fue la primera mitad del siglo XVIII. En 1733 había en Laguna de Cameros 20 telares, 3 tintes y 3 batanes. Además el pueblo contaba con 23.407 cabezas de ganado trashumante y con 150 pastores que las guardan. Los vecinos que no eran ganaderos estaban empleados en las fábricas de paños, cuya bondad y calidad eran famosas.
 

Visitando el pequeño cementerio me llevo algunas sorpresas. En primer lugar, el apellido que predomina con claridad en las lápidas es el de Sáenz. Por otro lado, el mejor panteón del camposanto, visible desde la calle, es propiedad de la familia de la Cámara. Sus miembros emigraron en su mayoría a Málaga y a América. Sin embargo, allí fue enterrada en 1990 María Teresa de la Cámara Gálvez, fallecida en Málaga, lo que es prueba del amor por sus orígenes que tuvieron muchos cameranos. Según me dijeron en Laguna de Cameros, no es raro que se pasen por el pueblo algunos malagueños.

Pero, sin duda, lo que más atrajo mi atención fue la tumba que había en la misma entrada del cementerio. Lo hizo de manera poderosa. En ella yace una anónima maestra: “De las discípulas a su querida maestra”, reza la inscripción de la cruz que se levanta sobre su tumba. Esto merece que le dediquemos otro apartado.


LOS MAESTROS DE LAGUNA DE CAMEROS

En una de las dos plazas que tiene Laguna hay una estatua inaugurada en 1927 y dedicada a don Patricio Aguileta Salazar, que fue maestro en Laguna de Cameros durante 42 años (1875-1917). Sabemos que don Patricio recibió varias menciones de la inspección educativa por lo bien que preparaba a sus alumnos. Pero esto no es todo. En la otra plaza del pueblo, la de la Constitución, existen unos azulejos que recuerdan a otro vecino ilustre, don José de la Cámara y Moreno que, emigrado a Méjico, regaló en 1843 dos escuelas al pueblo, una para niños y otra para niñas. La placa destaca en el edificio donde estuvieron la escuelas. Pascual Madoz, que visitó Laguna de Cameros a mediados del siglo XIX, hablaba maravillas de esta escuela: grande, espaciosa, ventilada, con capacidad para cien alumnos, de las mejores de España, en una época en la que casi nadie estudiaba. En 1840 solo el 10% de la población española sabía leer y escribir. Sin embargo, en 1850 en Laguna de Cameros estudiaban 55 niños y 34 niñas y no había analfabetos. En otros pueblos de los Cameros existieron también otras escuelas similares, donadas por ricos emigrantes. Así, la que regaló Manuel Agustín Heredia a su pueblo, Rabanera de Cameros.


De ahí el agradecimiento de los cameranos hacia sus maestros que les dieron instrucción, permitiéndoles pasar de ser un humilde ganadero a un rico comerciante. Estos maestros enseñaron a muchos futuros emigrantes unas nociones básicas que, más adelante, pudieron poner en práctica en las situaciones que les deparó el destino. Formaban hombres para la vida.

También las niñas iban también a la escuela para aprender a leer y a escribir. Pensemos que la única manera que tenían de comunicarse con sus maridos, los nueve meses o más que estos pasaban fuera de casa, era mediante cartas. Por otro lado, también tenían que aprender las cuatro operaciones aritméticas para poder llevar la casa durante las largas ausencias de sus esposos. De ahí que ellas se sintiesen tan agradecidas que costeasen la tumba de su maestra, como vimos en el cementerio.

Basilio Allona y Cañas, párroco de Laguna de Cameros, afirmaba que “casi todos los padres de familia educaban a sus hijos con la intención de mandarlos al comercio. Los triunfos obtenidos por don Martín Larios servían de acicate a muchos jóvenes, que partían de Laguna con la ilusión de igualar en gloria y en riquezas a modelo tan insigne”.3


Solo conozco otro pueblo de España (Taramundi, en Asturias) que le haya dedicado una estatua a su maestro en una de sus plazas principales. Es prueba del agradecimiento y reconocimiento que muchos cameranos guardaban de sus maestros, a quienes tanto les debían.

CARÁCTER Y PERSONALIDAD DE LOS CAMERANOS

¿Cómo eran estos cameranos? Los romanos describieron ya el carácter y la personalidad de los pueblos celtíberos. Estrabón decía de ellos que hacían una sola comida, y frugal, al día y que se bañaban en invierno en agua fría. Trogo añadía que tenían preparado el ánimo para la muerte y el cuerpo para la abstinencia y la fatiga. Traigo a colación estas clásicas citas para demostrar cómo se ha mantenido a través de los tiempos una de las principales cualidades de los cameranos: la austeridad. Otros autores hablan de sus dotes para la enseñanza y la mercadería.

Físicamente, los cameranos destacaban por su piel blanca, sus ojos claros y su cabello rubio o pelirrojo. Soportaban mal el calor y el sol y eran amantes de los animales y de la Naturaleza. (Seguro que algunos de estos rasgos los reconocemos en algunos de nuestros antepasados).

Pero, para mí, si hay dos cualidades que definen a los cameranos son su capacidad para el trabajo y para el ahorro. Cuando llegaron a Málaga trabajaron sin descanso todos los días de la semana. El concepto de fin de semana es relativamente moderno y, evidentemente, los cameranos no lo conocían. No se solían tomar vacaciones. Además estaban dotados de un espíritu emprendedor y un fino olfato para los negocios que utilizaron para aprovechar al máximo todas las oportunidades que les ofrecía Málaga, su tierra de acogida. Finalmente, eran solidarios entre ellos y se ayudaban unos a otros no solo ofreciendo trabajo a sus paisanos, sino prestándoles dinero y apoyándoles cuando se establecían por su cuenta.

Antonio Parejo, que ha estudiado a los Larios en profundidad, afirmaba que “los cameranos disponían de unos conocimientos y una aptitud para los negocios que, en un medio en eclosión como era el malagueño de la época, les permitían convertirse rápidamente en referentes empresariales”.4

EL FIN DE LA MESTA Y DE LA TRASHUMANCIA: LOS CAMERANOS LLEGAN A MÁLAGA

A mediados del siglo XVIII la trashumancia y la Mesta empezaron su decadencia. Los ilustrados comenzaron a apostar por la agricultura en detrimento de la ganadería, imponiendo a esta nuevos tributos. Siempre se ha acusado a la Mesta de la desforestación de gran parte de la península, pues el ganado necesita gran cantidad de pasto para alimentarse. Si viajáramos a los Cameros en el siglo XVIII descubriríamos con sorpresa que sus montes, hoy poblados de pinos, robles y hayas, estaban pelados de vegetación. Además la Corona, necesitada como siempre de dinero, suprimió cada vez más algunos privilegios de la Mesta y legisló a favor de la agricultura. Con la llegada de Napoleón a la península, los franceses robaban las ovejas merinas para producir en su país la lana. Al principio, los pastores castraban a los terneros para evitarlo, pero se los llevaban a miles y hasta mejoraron la calidad de la lana.

El precio de la lana cayó y bajaron las exportaciones. La ganadería dejó de ser tan rentable y los Cameros comenzaron a vaciarse. Los ministros ilustrados creyeron que la sierra podría recuperar todo su esplendor dedicándola a la agricultura, para lo que era necesario convertir a los pastores en agricultores. ¡Agricultura en estas alturas! ¡Donde el invierno dura algunos años diez meses; donde un 24 de mayo de 1966 se heló en el puerto un mayoral, sorprendido por el frío; donde nevó5 ni más ni menos que un 30 de agosto de 1972...!

Al desaparecer la trashumancia, la vida en aquellos pueblos dejó de tener sentido y sus gentes se marcharon a otros sitios. Muchos cameranos, al estar nueve meses fuera de sus casas, se conocían mejor las tierras del sur que las suyas. Después de tantos años y de tantas generaciones emigrando anualmente al sur, es normal que se estableciesen vínculos, primero de amistad y, más tarde, familiares con sus habitantes. ¿Y a qué no saben dónde acababan las cañadas sorianas y riojanas? Efectivamente, en Andalucía. Aunque otros emigraron a Extremadura o a América (especialmente a Méjico, Argentina y Chile). Y los Cameros se quedaron vacíos. Tomás Rubio de Tejada, erudito e historiador local, me contó en Laguna de Cameros que la emigración que sufrió su pueblo en el siglo XIX fue tan fuerte, que los habitantes actuales del pueblo ya no son en su mayoría descendientes de los originarios, porque todos los hombres se acabaron marchando. En el año 2003 todavía quedaban dos rebaños trashumantes en los Cameros, hoy quién sabe si sobrevivirá alguno.

Muchos cameranos se vinieron a Málaga por las buenas perspectivas económicas que ofrecía y, sobre todo, por la presencia de otros paisanos que habían ido llegando desde el siglo XVIII y fueron abriendo camino. Los primeros cameranos que se establecieron en Málaga se encontraron una ciudad virgen y llena de posibilidades, que ya habían descubierto algunos avispados comerciantes de origen extranjero. En Málaga el clima era suave y no tan extremo como el de su tierra. Sus habitantes eran indolentes y tenían fama de entregarse a la pereza y a la vida muelle.

Los cameranos fueron llegando a Málaga en diferentes oleadas a lo largo de más de cien años. Los primeros lo hicieron ya entrado el siglo XVIII. Nosotros hemos registrado dos fases principales: una primera a finales del XVIII y primeros años del XIX, y otra segunda en torno a 1840-1850, coincidiendo quizá con la desaparición de la Mesta (1836). Aunque el goteo fue continuo. Miguel Rojo Moreno6 estima en unos 550 los cameranos arribados a Málaga y cita una lista con sus apellidos (que nosotros nos hemos tomado la libertad de completar y aún así seguirá incompleta):

Alcázar, Alfaro, Alonso, Álvarez, Benito, Calvo, de la Cámara, de los Riscos, Díaz de Tejada, Díez de Tejada, Domínguez, Elías, Enciso, Esteban, Fernández, Fraile, de la Fuente, García, Garrido, Giménez, Gregorio, Gómez, González, Gutiérrez, de las Heras, Heredia, Hernández de Tejada, Herreros de Tejada, Hurtado de Mendoza, Illera, Íñiguez, Jiménez, Larios, Lasanta, Lerdo, López, Lorenzo, Lozano, Llera, Marín, Martínez, Martínez de Tejada, Moreno, Mugüerza, Muro, Pascual, Portal, Rubio, Sáenz, Sáenz de Tejada, Sorzano, Tejada, Valle e Ysasi.

Es evidente que fueron muchos los cameranos que se establecieron en Málaga. El historiador Manuel Muñoz Martín7 llena en un artículo páginas y páginas nombrando a muchos de ellos, la mayoría procedentes de Laguna de Cameros. Fueron muchos los que se establecieron en las calles Nueva, San Juan y sus alrededores. Se dedicaron al comercio textil, que tan bien conocían por sus antepasados. Destaquemos que la calle Nueva era la más comercial de Málaga (aún no se había construido la calle Larios), y que en 1860 los cameranos controlaban casi el 50% de los comercios de esta calle.8

No todos los riojanos triunfaban y se adaptaban con tanta facilidad. Sabemos, por ejemplo, que Manuel Agustín Heredia se trajo a Málaga a su padre, Manuel Heredia Fernández, que se había quedado viudo en su pueblo y vivía solo. Permaneció un año con su hijo en nuestra ciudad y, finalmente, no consiguió aclimatarse. Se volvió a su pueblo, Rabanera de Cameros, donde murió en 1834.

Los cameranos nunca se olvidaron de su patria chica. Es más, siempre recordaron a través de las generaciones su procedencia con orgullo. Cuando he entrevistado a los descendientes de los Álvarez Fonseca o de Gómez Hermanos, aunque han transcurrido ya dos siglos, tienen presentes sus orígenes y los muestran con orgullo.


NOTAS

2- ALLONA Y CAÑAS, Basilio: Ensayo de monografía histórica de Laguna de Cameros, Imprenta y Librería Moderna, 1925, página 131. Don Basilio fue cura y párroco de Laguna de Cameros durante 33 años, entre 1900 y 1933.
3- Ibid., página 121.
4- PAREJO, Antonio y otros: Grandes empresarios andaluces, LID Editorial, Madrid, 2011, página 75.
5- Debo esta curiosa observación a mi amigo Elías de Mateo, que veranea cada año en Valdeavellano de Tera, en la provincia de Soria, al pie de la Sierra Cebollera, limítrofe con los Cameros. Este pueblo pertenece a la comarca de El Valle, desde donde emigraron a Málaga Braulio Aceña de las Heras, propietario del mejor ultramarinos de la Málaga de su época, o Manuel Sanz García, fundador de Los Alpes, de grato recuerdo para los malagueños.
6- ROJO MORENO, Miguel y RUBIO DE TEJADA, Tomás: Los cameranos. Un viaje de ida y vuelta, Revista Péndulo, número 25, Málaga, 2014, páginas 138-154.
7- MUÑOZ MARTÍN, Manuel: Cameranos en Málaga en el siglo XIX, Revista Isla de Arriarán, número 7, Málaga, 1996, páginas 125-136.
8- Véase apéndice al final del capítulo.