Por Fernando Alonso González
LA VIDA DE LOS CAMERANOS EN MÁLAGA
Cuando llegaba a Málaga un camerano, sus propios
paisanos le proporcionaban colocación o los contactos para comenzar a labrarse
un porvenir. Como dijimos más arriba, encontraban una estrecha solidaridad,
cálida humanidad y fraternal compañerismo detrás del mostrador, ya que casi
todos se dedicaron a la actividad comercial. En Málaga, la calle más solicitada
por los comerciantes era la calle Nueva, en la que en la segunda mitad del
siglo XIX el número de tiendas era mayor que el de hoy, ya que la especulación
y la escasez de suelo disponible hacía que muchos comercios tuvieran solo unos
tres metros de fachada y algunos más de profundidad, lo que daba lugar a unos
locales de unos 20 metros cuadrados o poco más. Las tiendas eran pequeñas, con
escaso atractivo visual y deficiente iluminación.
A mediados del siglo XIX había en la calle Nueva
aproximadamente 70 locales, que actualmente se reducen a unos 38, de los que
muy pocos conservan el tamaño original: corresponden a los números 8 y 21 de la
calle Nueva. El historiador malagueño Víctor Heredia9 llama a estos
pequeños locales de “sala y alcoba” porque, aunque hoy nos parezca
sorprendente, eran utilizados también como vivienda, ya que los propietarios y
los empleados dormían en la trastienda, a veces en pequeños habitáculos
improvisados sin las menores condiciones higiénicas, o incluso detrás de los
mostradores en unos colchones que se sacaban debajo de estos.
Los dependientes estaban empadronados debajo del
nombre del dueño, algunos de los cuales llegaban cuando eran niños porque sus
padres se los encomendaban al dueño para que los hicieran “un hombre”, y
permanecían toda la vida en la tienda. Eran una especie de empleados
versátiles, ya que atendían al negocio y muchas veces ayudaban también en las
labores domésticas. Aquello era su casa y su familia. Después de comer se les
ponía una cafetera para que fueran diligentes en su trabajo y, de noche, vino para
que no salieran y se durmieran pronto. Las tiendas abrían muy pronto, a las
ocho de la mañana o incluso antes, y permanecían abiertas hasta bien entrada la
noche, aunque suponemos que los dependientes se turnaban para abrir o cerrar el
negocio. Como tampoco descansaban los domingos, unos treinta empleados del
comercio textil se declararon en huelga el 26 de julio de 1872 y elevaron a sus
jefes un manifiesto en el que pedían descansar los festivos, como ya se hacía
en Barcelona o en Sevilla. Todos accedieron a sus peticiones menos tres
comerciantes de la calle Nueva, contra los que hubo protestas.10
Lo más sorprendente de todo es que no cobraban
mensualidades, sino que el dueño les iba acumulando el dinero año tras año y,
tras diez o veinte años de trabajo, lo cobraban todo de golpe y se establecían
por su cuenta, ayudados por sus antiguos jefes. Eran otros tiempos...
Clemente Solo de Zaldívar es el último camerano que
queda en la calle Nueva y es propietario de Zaldihogar, un negocio textil como
el de sus antepasados. Recuerda por tradición familiar algunas anécdotas de
esta forma de vida tan sacrificada. Así, era común colocar un paño rojo para
indicar que ya podía subir a comer el siguiente dependiente. Muchos eran
conocidos por la calle por su peculiar forma de andar, como si fueran
“limpiando” la calle ya que, de tantas horas que pasaban detrás del mostrador
pegando los pies a este, andaban con los pies en ángulo recto. Algunos recibían
el domingo una pequeña cantidad de dinero para que se tomasen o se comprasen
algo y eran tan honrados que devolvían a su jefe lo que les había sobrado. Y
así podíamos seguir refiriendo historias y más historias de unos tiempos que ya
han caído en el olvido.11
En cuanto a las prácticas comerciales, lo habitual era
el regateo pues no existía el precio fijo como hoy. Las prendas no estaban al
alcance del público porque podrían deteriorarse o ser sustraídas. Muchas se
guardaban en arcas o baúles12, siguiendo la tradición de que “el
buen paño en el arca se vende”. Algunos clientes no iban a comprar, sino que
acercaban por la tienda para echar un rato de tertulia, para hacer algún
encargo o simplemente para pasar la tarde.
Muchos cameranos destacaron por su fino olfato para
los negocios. Aunque la mayoría se dedicaron al comercio, fundamentalmente
textil, también se ocupaban del préstamo de dinero, en una época en la que
todavía no existían los bancos, con lo que algunos amasaron fortunas
considerables. Estaban además abiertos a la innovación. Así, algunos
diversificaban sus negocios, invirtiendo en comercios pertenecientes a
diferentes ramos; otros se centraron en la exportación de productos de la
tierra y en la importación de productos extranjeros, por lo que descubrieron ya
la importancia de aprender idiomas.
En sus negocios fueron pioneros en la implantación de
importantes cambios que se acabarían extendiendo a otros comercios malagueños,
tales como marcar con un precio fijo todos los productos que estuviesen a la
venta, evitando así el usual regateo; permitir la anulación de la venta si el
cliente lo deseaba, devolviéndole el importe de la compra; entregar una
comisión sobre las ventas a sus empleados; fijar precios más bajos que otras
tiendas; o colocar los artículos en vitrinas o estanterías al alcance del
cliente. Estas y otras medidas revolucionaron sus tiendas.
Con su trabajo y esfuerzo, los cameranos se situaban
muy pronto. Hemos calculado en unos diez o quince años el tiempo que empleaban
en independizarse y establecerse por su cuenta, aunque algunos, como hemos
comentado más arriba, permanecían como empleados toda la vida en el mismo
comercio, como un miembro más de la familia.
Otro punto común a algunos cameranos es su tendencia a
la soltería o a casarse en edad madura. El historiador Manuel Muñoz observó ya “que
tenían cierta fobia a pasar por la sacristía”. Nosotros pensamos que su entrega
al trabajo era tan intensa que apenas tenían tiempo para enamorarse. Aunque es
cierto que algunos se casaron a una edad temprana, otros lo hicieron a una edad
ya avanzada para su época y con mujeres que tenían que ser mucho más jóvenes
que ellos, si querían engendrar descendencia. Este es el caso de mi bisabuelo,
Juan Alonso Cossío, hijo de cameranos, que en 1892 se casó a los 37 años con
una chica que tenía veinte años menos y que fue al matrimonio obligada. María
del Rosario Jiménez Jiménez era sobrina del apoderado de los Larios y su
familia era la propietaria de las bodegas Jiménez y Lamothe, que acabarían
comprando los Larios, lo que explica muchas cosas.
Los cameranos malagueños veneraban a la Virgen de
Valvanera, de la que son muy devotos en La Rioja. Sabemos por el Archivo Díaz
de Escovar que se le rendía culto en la iglesia de San Agustín. Existió en
Málaga una Real y Canónica Congregación de María Santísima de Valvanera de la
que en 1856 fue Hermano Mayor José Martínez de Hurtado; Consiliario Primero,
Martín Larios Herreros; Consiliario Segundo, Tomás Heredia Livermore; y
miembros de la Junta de Gobierno otros cameranos como Luciano Martínez de
Llera. En la iglesia de San Agustín también existió un panteón de “Nuestra
Señora de Balbanera” (sic), que había costeado la Hermandad de castellanos
(recordemos, una vez más, que La Rioja entonces pertenecía a Castilla la
Vieja).
En las obras de restauración de la iglesia de San
Agustín llevadas a cabo en los años 2003 y 2004, aparecieron algunos sepulcros
de cameranos, como el de los hijos pequeños de Manuel Agustín Heredia o el del
hermano mayor del primer marqués de Larios, Manuel Domingo Larios, fallecido en
1830 a los 44 años.
Nosotros, por tradición oral, hemos oído de la
existencia de un cuadro de la Virgen de Valvanera que se veneraba en la iglesia
de los Mártires. Hemos intentado localizarlo y el sacristán recordaba haberlo
visto colgado en la sacristía, porque era una reproducción estampada o
fotográfica. Ya nadie sabe dónde está.
APÉNDICE: COMERCIANTES CAMERANOS EN CALLE NUEVA SEGÚN
EL PADRÓN MUNICIPAL DEL AÑO 1865
Según el padrón municipal fechado el 20 de enero de
1865, conservado en el Archivo Municipal de Málaga, vivían en calle Nueva 201
varones y 146 hembras, sumando un total de 347 vecinos. En esta calle, la más
comercial de Málaga, existían 68 números, de los que uno correspondía a la
iglesia de la Concepción (el 29), otro estaba sin habitar (46) y otros tres
habían pertenecido al camerano Luciano Martínez (28, 30 y 32), fallecido el año
anterior. Estas tres últimas casas se habían derribado para construir el pasaje
que aún hoy lleva su nombre, flanqueado por dos espectaculares edificios, uno a
cada lado del citado pasaje.
Señalamos en el cuadro la procedencia de los dueños de
los negocios, no dónde habían nacido, pues algunos de ellos eran naturales de
Málaga aunque sus padres o ascendientes procedían de los Cameros. En algunos
casos el pueblo de origen no pertenece a los Cameros pero sí a La Rioja (Berceo
y Munilla). El pueblo con más emigrantes era Laguna de Cameros. En la lista
constan al menos 21 nombres de cameranos que ocupan 26 números de la calle
Nueva, esto contando solo con los titulares de los comercios y no con los
dependientes, muchos de los cuales eran también riojanos. Si a ello sumamos los
que constan nacidos en Málaga pero de origen camerano que no he podido
localizar, podemos afirmar que más de la mitad de la calle más comercial de Málaga
estaba tomada por los cameranos.
Llama la atención que estos ocupaban especialmente el
final de la calle Nueva, próximo a la actual plaza de Félix Sáenz, entonces
plaza de la Alhóndiga. Si comparamos este padrón de 1865 con el de cinco años
antes, podemos sumar a la lista otros cuatro cameranos más: Fernando López
Gómez, Gregorio González, Luciano Martínez y Santos García Gil. Era tal la
cantidad de riojanos que habitaban la calle Nueva en 1860 que en este padrón el
funcionario municipal se limitaba a señalar la procedencia “Cameros”, sin
precisar más.
NÚMERO DE LA CALLE NUEVA
|
NOMBRE
|
EDAD
|
PROCEDENCIA
|
1
|
FRUCTUOSO MÁRTÍNEZ
|
36
|
MUNILLA
|
9 y 11
|
JOSÉ MARÍA ÁLVAREZ MARTÍNEZ
|
65
|
LAGUNA DE CAMEROS
|
25
|
JOSÉ FRAILE
|
50
|
LAGUNA DE CAMEROS
|
33
|
ILDENFONSO GARCÍA
|
65
|
LAGUNA DE CAMEROS
|
45
|
PANTALEÓN GIMÉNEZ MARTÍNEZ
|
34
|
NESTARES
|
47
|
SIMEÓN GIMÉNEZ MARTÍNEZ
|
35
|
NESTARES
|
49
|
MIGUEL GARCÍA JIMÉNEZ
|
55
|
BERCEO
|
51
|
JULIÁN GARCÍA
|
34
|
LAGUNA DE CAMEROS
|
55
|
MELITÓN OLMO
|
34
|
ALMARZA DE CAMEROS
|
57
|
MATÍAS OLMO
|
32
|
ALMARZA DE CAMEROS
|
2 y 4
|
JUAN GÓMEZ GARCÍA
|
35
|
LAGUNA DE CAMEROS
|
10
|
DOMINGO FERNÁNDEZ
|
43
|
VADILLOS DE CAMEROS
|
12
|
MARTÍN DOMÍNGUEZ
|
38
|
RABANERA DE CAMEROS
|
22
|
DOMINGO ALFARO
|
49
|
LAGUNA DE CAMEROS
|
36 y 38
|
PEDRO GONZÁLEZ
|
40
|
PINILLOS DE CAMEROS
|
40
|
MANUEL ÁLVAREZ FONSECA
|
43
|
LAGUNA DE CAMEROS
|
42 y 44
|
FÉLIX JOSÉ GONZÁLEZ
|
41
|
PINILLOS DE CAMEROS
|
50
|
ANSELMO RUIZ
|
38
|
RABANERA DE CAMEROS
|
52
|
PABLO IBÁÑEZ
|
34
|
VILLOSLADA DE CAMEROS
|
54 y 56
|
LEANDRO GARCÍA
|
34
|
LAGUNA DE CAMEROS
|
60
|
MATÍAS BENITO SÁENZ
|
31
|
LAGUNA DE CAMEROS
|
NOTAS
9- HEREDIA FLORES, Víctor, La mirada recuperada.
Memoria de mujeres en las calles malagueñas, Ayuntamiento de Málaga, 2007,
página 81.
10- El Avisador Malagueño, 27 de julio de 1872.
11- Copio estos últimos párrafos, con algunos
añadidos, de mi libro Comercios Históricos Malagueños, Ediciones Del
Genal, Málaga, 2018, página 53.
12- Así, al menos, lo hacían en los comercios
madrileños de la época. DEL REGUERO, Víctor: Madrid, aquel comercio,
Ediciones La Librería, 2011, página 108.
BIBLIOGRAFÍA
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histórica de Laguna de Cameros, Imprenta y Librería Moderna, 1925. Hay
facsímil de editorial Maxtor, 2019.
CALVO TORRE, Roberto y REDONDO MORENO, Concepción: Hijos
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HEREDIA GRUND, María Pía: Memorias de una nieta de
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MÉRIDA, Domingo: 3.900 calles. Enciclopedia del
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MUÑOZ MARTÍN, Manuel: Los promotores de la economía
malagueña del siglo XIX, Colegio de Economistas de Málaga y
Fundación Unicaja, 2008.
MUÑOZ MARTÍN, Manuel: La Málaga de ayer, sus
vecinos y sus hechos en el recuerdo, Ediciones del Genal, Málaga, 2016.
PAREJO, Antonio y otros: Grandes empresarios
andaluces, LID Editorial, Madrid, 2011.
ROJO MORENO, Miguel y RUBIO DE TEJADA, Tomás: Los
cameranos. Un viaje de ida y vuelta, Revista Péndulo, número 25, Málaga,
2014, páginas 138-154.
VICENTE ELÍAS, Luis: Trashumantes riojanos,
Gobierno de la Rioja, 2003.