27/10/19

Apuntes para una historia de los cameranos en Málaga (2 de 3)

Por Fernando Alonso González

LAGUNA DE CAMEROS

Pertenece a la provincia de Logroño y al partido judicial de Torrecilla. Está cercado de ruinas, escondido entre abruptas montañas y orientado al sur, a 47 kilómetros de la capital, en la margen izquierda y no lejos del nacimiento del río Leza. Lo habitan quinientas cincuenta y tres almas. Tiene coche correo (auto), que no pasa del lugar. Su clima es delicioso en verano, pero nada suave en invierno. En algunos edificios campean los blasones de los hidalgos de Tejada y Valdeosera. No pocos enfermos, desahuciados por los médicos, recobran aquí la salud, merced a la pureza de sus alimentos y a la bondad de sus aguas2.

Bajando de Piqueras, el primer pueblo del Camero Viejo que nos encontramos es Laguna de Cameros, el pueblo de mi tatarabuelo, Pedro Alonso García, y el de los Larios, los Gómez, los Álvarez Fonseca, los de la Cámara, entre otros muchos. Laguna de Cameros es el epicentro de la emigración camerana a Málaga. Está a 47 kilómetros de Logroño y a 62 de Soria. Según afirmaba Pascual Madoz en 1850, sus 1.050 metros de altitud le proporcionan un clima frío en invierno, pero delicioso en verano.


Laguna de Cameros llama la atención del viajero por ser un pueblo serrano bello y armonioso, con macizas casas de piedra, bien conservadas, construidas con los buenos dineros que generaba la ganadería y adornadas con muchas flores, quizá contagiados de la abundancia de ellas que hay en las casas de Andalucía. Hasta aquí no ha llegado todavía el turismo. En la calle Mayor sobrevive en estado ruinoso la casa de los Larios, de donde estos salieron hacia Málaga, Gibraltar y Cádiz a principios del siglo XIX. Su actual propietario, según me contó, negocia actualmente con la familia su venta.




 Me dirijo a la iglesia de la Asunción, donde se custodia la pila bautismal, románica del siglo XII, en la que fueron bautizados muchos de nuestros antepasados. A pesar de ser la hora de la comida, me abre su párroco, Antonio Arnedo Martínez, que atiende además con generosidad cristiana y paciencia evangélica otras 22 parroquias, cuya larga lista les ahorraré. Es la España vacía. Me cuenta don Antonio que en invierno, con la nieve y el hielo, algunos días los desplazamientos son casi imposibles.
 


En Laguna de Cameros viven todo el año unos cuarenta vecinos, aunque están censados 116. Sin embargo, en verano pueden llegar a los doscientos, pero están lejos de los setecientos habitantes que tenía el pueblo en 1850. Sin duda, la época dorada de este pueblo riojano fue la primera mitad del siglo XVIII. En 1733 había en Laguna de Cameros 20 telares, 3 tintes y 3 batanes. Además el pueblo contaba con 23.407 cabezas de ganado trashumante y con 150 pastores que las guardan. Los vecinos que no eran ganaderos estaban empleados en las fábricas de paños, cuya bondad y calidad eran famosas.
 

Visitando el pequeño cementerio me llevo algunas sorpresas. En primer lugar, el apellido que predomina con claridad en las lápidas es el de Sáenz. Por otro lado, el mejor panteón del camposanto, visible desde la calle, es propiedad de la familia de la Cámara. Sus miembros emigraron en su mayoría a Málaga y a América. Sin embargo, allí fue enterrada en 1990 María Teresa de la Cámara Gálvez, fallecida en Málaga, lo que es prueba del amor por sus orígenes que tuvieron muchos cameranos. Según me dijeron en Laguna de Cameros, no es raro que se pasen por el pueblo algunos malagueños.

Pero, sin duda, lo que más atrajo mi atención fue la tumba que había en la misma entrada del cementerio. Lo hizo de manera poderosa. En ella yace una anónima maestra: “De las discípulas a su querida maestra”, reza la inscripción de la cruz que se levanta sobre su tumba. Esto merece que le dediquemos otro apartado.


LOS MAESTROS DE LAGUNA DE CAMEROS

En una de las dos plazas que tiene Laguna hay una estatua inaugurada en 1927 y dedicada a don Patricio Aguileta Salazar, que fue maestro en Laguna de Cameros durante 42 años (1875-1917). Sabemos que don Patricio recibió varias menciones de la inspección educativa por lo bien que preparaba a sus alumnos. Pero esto no es todo. En la otra plaza del pueblo, la de la Constitución, existen unos azulejos que recuerdan a otro vecino ilustre, don José de la Cámara y Moreno que, emigrado a Méjico, regaló en 1843 dos escuelas al pueblo, una para niños y otra para niñas. La placa destaca en el edificio donde estuvieron la escuelas. Pascual Madoz, que visitó Laguna de Cameros a mediados del siglo XIX, hablaba maravillas de esta escuela: grande, espaciosa, ventilada, con capacidad para cien alumnos, de las mejores de España, en una época en la que casi nadie estudiaba. En 1840 solo el 10% de la población española sabía leer y escribir. Sin embargo, en 1850 en Laguna de Cameros estudiaban 55 niños y 34 niñas y no había analfabetos. En otros pueblos de los Cameros existieron también otras escuelas similares, donadas por ricos emigrantes. Así, la que regaló Manuel Agustín Heredia a su pueblo, Rabanera de Cameros.


De ahí el agradecimiento de los cameranos hacia sus maestros que les dieron instrucción, permitiéndoles pasar de ser un humilde ganadero a un rico comerciante. Estos maestros enseñaron a muchos futuros emigrantes unas nociones básicas que, más adelante, pudieron poner en práctica en las situaciones que les deparó el destino. Formaban hombres para la vida.

También las niñas iban también a la escuela para aprender a leer y a escribir. Pensemos que la única manera que tenían de comunicarse con sus maridos, los nueve meses o más que estos pasaban fuera de casa, era mediante cartas. Por otro lado, también tenían que aprender las cuatro operaciones aritméticas para poder llevar la casa durante las largas ausencias de sus esposos. De ahí que ellas se sintiesen tan agradecidas que costeasen la tumba de su maestra, como vimos en el cementerio.

Basilio Allona y Cañas, párroco de Laguna de Cameros, afirmaba que “casi todos los padres de familia educaban a sus hijos con la intención de mandarlos al comercio. Los triunfos obtenidos por don Martín Larios servían de acicate a muchos jóvenes, que partían de Laguna con la ilusión de igualar en gloria y en riquezas a modelo tan insigne”.3


Solo conozco otro pueblo de España (Taramundi, en Asturias) que le haya dedicado una estatua a su maestro en una de sus plazas principales. Es prueba del agradecimiento y reconocimiento que muchos cameranos guardaban de sus maestros, a quienes tanto les debían.

CARÁCTER Y PERSONALIDAD DE LOS CAMERANOS

¿Cómo eran estos cameranos? Los romanos describieron ya el carácter y la personalidad de los pueblos celtíberos. Estrabón decía de ellos que hacían una sola comida, y frugal, al día y que se bañaban en invierno en agua fría. Trogo añadía que tenían preparado el ánimo para la muerte y el cuerpo para la abstinencia y la fatiga. Traigo a colación estas clásicas citas para demostrar cómo se ha mantenido a través de los tiempos una de las principales cualidades de los cameranos: la austeridad. Otros autores hablan de sus dotes para la enseñanza y la mercadería.

Físicamente, los cameranos destacaban por su piel blanca, sus ojos claros y su cabello rubio o pelirrojo. Soportaban mal el calor y el sol y eran amantes de los animales y de la Naturaleza. (Seguro que algunos de estos rasgos los reconocemos en algunos de nuestros antepasados).

Pero, para mí, si hay dos cualidades que definen a los cameranos son su capacidad para el trabajo y para el ahorro. Cuando llegaron a Málaga trabajaron sin descanso todos los días de la semana. El concepto de fin de semana es relativamente moderno y, evidentemente, los cameranos no lo conocían. No se solían tomar vacaciones. Además estaban dotados de un espíritu emprendedor y un fino olfato para los negocios que utilizaron para aprovechar al máximo todas las oportunidades que les ofrecía Málaga, su tierra de acogida. Finalmente, eran solidarios entre ellos y se ayudaban unos a otros no solo ofreciendo trabajo a sus paisanos, sino prestándoles dinero y apoyándoles cuando se establecían por su cuenta.

Antonio Parejo, que ha estudiado a los Larios en profundidad, afirmaba que “los cameranos disponían de unos conocimientos y una aptitud para los negocios que, en un medio en eclosión como era el malagueño de la época, les permitían convertirse rápidamente en referentes empresariales”.4

EL FIN DE LA MESTA Y DE LA TRASHUMANCIA: LOS CAMERANOS LLEGAN A MÁLAGA

A mediados del siglo XVIII la trashumancia y la Mesta empezaron su decadencia. Los ilustrados comenzaron a apostar por la agricultura en detrimento de la ganadería, imponiendo a esta nuevos tributos. Siempre se ha acusado a la Mesta de la desforestación de gran parte de la península, pues el ganado necesita gran cantidad de pasto para alimentarse. Si viajáramos a los Cameros en el siglo XVIII descubriríamos con sorpresa que sus montes, hoy poblados de pinos, robles y hayas, estaban pelados de vegetación. Además la Corona, necesitada como siempre de dinero, suprimió cada vez más algunos privilegios de la Mesta y legisló a favor de la agricultura. Con la llegada de Napoleón a la península, los franceses robaban las ovejas merinas para producir en su país la lana. Al principio, los pastores castraban a los terneros para evitarlo, pero se los llevaban a miles y hasta mejoraron la calidad de la lana.

El precio de la lana cayó y bajaron las exportaciones. La ganadería dejó de ser tan rentable y los Cameros comenzaron a vaciarse. Los ministros ilustrados creyeron que la sierra podría recuperar todo su esplendor dedicándola a la agricultura, para lo que era necesario convertir a los pastores en agricultores. ¡Agricultura en estas alturas! ¡Donde el invierno dura algunos años diez meses; donde un 24 de mayo de 1966 se heló en el puerto un mayoral, sorprendido por el frío; donde nevó5 ni más ni menos que un 30 de agosto de 1972...!

Al desaparecer la trashumancia, la vida en aquellos pueblos dejó de tener sentido y sus gentes se marcharon a otros sitios. Muchos cameranos, al estar nueve meses fuera de sus casas, se conocían mejor las tierras del sur que las suyas. Después de tantos años y de tantas generaciones emigrando anualmente al sur, es normal que se estableciesen vínculos, primero de amistad y, más tarde, familiares con sus habitantes. ¿Y a qué no saben dónde acababan las cañadas sorianas y riojanas? Efectivamente, en Andalucía. Aunque otros emigraron a Extremadura o a América (especialmente a Méjico, Argentina y Chile). Y los Cameros se quedaron vacíos. Tomás Rubio de Tejada, erudito e historiador local, me contó en Laguna de Cameros que la emigración que sufrió su pueblo en el siglo XIX fue tan fuerte, que los habitantes actuales del pueblo ya no son en su mayoría descendientes de los originarios, porque todos los hombres se acabaron marchando. En el año 2003 todavía quedaban dos rebaños trashumantes en los Cameros, hoy quién sabe si sobrevivirá alguno.

Muchos cameranos se vinieron a Málaga por las buenas perspectivas económicas que ofrecía y, sobre todo, por la presencia de otros paisanos que habían ido llegando desde el siglo XVIII y fueron abriendo camino. Los primeros cameranos que se establecieron en Málaga se encontraron una ciudad virgen y llena de posibilidades, que ya habían descubierto algunos avispados comerciantes de origen extranjero. En Málaga el clima era suave y no tan extremo como el de su tierra. Sus habitantes eran indolentes y tenían fama de entregarse a la pereza y a la vida muelle.

Los cameranos fueron llegando a Málaga en diferentes oleadas a lo largo de más de cien años. Los primeros lo hicieron ya entrado el siglo XVIII. Nosotros hemos registrado dos fases principales: una primera a finales del XVIII y primeros años del XIX, y otra segunda en torno a 1840-1850, coincidiendo quizá con la desaparición de la Mesta (1836). Aunque el goteo fue continuo. Miguel Rojo Moreno6 estima en unos 550 los cameranos arribados a Málaga y cita una lista con sus apellidos (que nosotros nos hemos tomado la libertad de completar y aún así seguirá incompleta):

Alcázar, Alfaro, Alonso, Álvarez, Benito, Calvo, de la Cámara, de los Riscos, Díaz de Tejada, Díez de Tejada, Domínguez, Elías, Enciso, Esteban, Fernández, Fraile, de la Fuente, García, Garrido, Giménez, Gregorio, Gómez, González, Gutiérrez, de las Heras, Heredia, Hernández de Tejada, Herreros de Tejada, Hurtado de Mendoza, Illera, Íñiguez, Jiménez, Larios, Lasanta, Lerdo, López, Lorenzo, Lozano, Llera, Marín, Martínez, Martínez de Tejada, Moreno, Mugüerza, Muro, Pascual, Portal, Rubio, Sáenz, Sáenz de Tejada, Sorzano, Tejada, Valle e Ysasi.

Es evidente que fueron muchos los cameranos que se establecieron en Málaga. El historiador Manuel Muñoz Martín7 llena en un artículo páginas y páginas nombrando a muchos de ellos, la mayoría procedentes de Laguna de Cameros. Fueron muchos los que se establecieron en las calles Nueva, San Juan y sus alrededores. Se dedicaron al comercio textil, que tan bien conocían por sus antepasados. Destaquemos que la calle Nueva era la más comercial de Málaga (aún no se había construido la calle Larios), y que en 1860 los cameranos controlaban casi el 50% de los comercios de esta calle.8

No todos los riojanos triunfaban y se adaptaban con tanta facilidad. Sabemos, por ejemplo, que Manuel Agustín Heredia se trajo a Málaga a su padre, Manuel Heredia Fernández, que se había quedado viudo en su pueblo y vivía solo. Permaneció un año con su hijo en nuestra ciudad y, finalmente, no consiguió aclimatarse. Se volvió a su pueblo, Rabanera de Cameros, donde murió en 1834.

Los cameranos nunca se olvidaron de su patria chica. Es más, siempre recordaron a través de las generaciones su procedencia con orgullo. Cuando he entrevistado a los descendientes de los Álvarez Fonseca o de Gómez Hermanos, aunque han transcurrido ya dos siglos, tienen presentes sus orígenes y los muestran con orgullo.


NOTAS

2- ALLONA Y CAÑAS, Basilio: Ensayo de monografía histórica de Laguna de Cameros, Imprenta y Librería Moderna, 1925, página 131. Don Basilio fue cura y párroco de Laguna de Cameros durante 33 años, entre 1900 y 1933.
3- Ibid., página 121.
4- PAREJO, Antonio y otros: Grandes empresarios andaluces, LID Editorial, Madrid, 2011, página 75.
5- Debo esta curiosa observación a mi amigo Elías de Mateo, que veranea cada año en Valdeavellano de Tera, en la provincia de Soria, al pie de la Sierra Cebollera, limítrofe con los Cameros. Este pueblo pertenece a la comarca de El Valle, desde donde emigraron a Málaga Braulio Aceña de las Heras, propietario del mejor ultramarinos de la Málaga de su época, o Manuel Sanz García, fundador de Los Alpes, de grato recuerdo para los malagueños.
6- ROJO MORENO, Miguel y RUBIO DE TEJADA, Tomás: Los cameranos. Un viaje de ida y vuelta, Revista Péndulo, número 25, Málaga, 2014, páginas 138-154.
7- MUÑOZ MARTÍN, Manuel: Cameranos en Málaga en el siglo XIX, Revista Isla de Arriarán, número 7, Málaga, 1996, páginas 125-136.
8- Véase apéndice al final del capítulo.

6/10/19

Apuntes para una historia de los cameranos en Málaga (1 de 3)


Por Fernando Alonso González

Málaga siempre ha sido un foco de atracción para los de fuera, tanto nacionales como extranjeros. Bastaría citar como ejemplo la lista interminable de apellidos extranjeros que llevan muchos malagueños, cuyos antepasados vinieron para quedarse. En este trabajo hablaremos de una colonia de emigrantes que creemos que fue la principal responsable del desarrollo económico, industrial y comercial de Málaga en el siglo XIX: los cameranos. Gracias a su iniciativa, trabajo y esfuerzo crearon una Málaga próspera y floreciente, que se convirtió en la segunda ciudad más industrializada de España después de Barcelona.

¿Cuándo y por qué llegaron los cameranos a Málaga? ¿De dónde venían? ¿Cómo era su modo de vida y a qué se dedicaban antes de emigrar? ¿Por qué eligieron Málaga? ¿Cuáles eran sus costumbres y su idiosincrasia? ¿Qué huella dejaron entre los malagueños? A estas y a otras cuestiones intentaremos contestar en este trabajo. Para ello comencemos por el principio, que no es otro que explicar qué son.

LOS CAMEROS

Los Cameros son una región montañosa que se sitúa en el Sistema Ibérico, al sur de La Rioja, aunque algunos de sus pueblos perteneces al norte de la provincia de Soria. Aclaremos que la comunidad autónoma de La Rioja es una creación moderna, de la Constitución de 1978. Hasta entonces no existía, y lo que se conocía como provincia de Logroño pertenecía a Castilla, igual que la provincia de Santander. De hecho, cuando los cameranos se empadronaban en Málaga, ponían que su origen era Castilla, porque La Rioja era Castilla. Hoy se llama Logroño a la capital de La Rioja, pero entonces se conocía de esta manera a toda la provincia. Por poner un ejemplo, mis tíos siempre han afirmado que sus antepasados venían de Logroño, cuando en realidad procedían de un pueblo de La Rioja, Laguna de Cameros, del que luego hablaremos por extenso.

Los Cameros se dividen a su vez en dos subcomarcas, el Camero Nuevo, regado por el río Iregua, y el Camero Viejo, en torno al Leza. Ambos ríos son afluentes del Ebro. La forma de vida de la región de siempre fue la ganadería y, cuando esta dejó de ser rentable, los Cameros empezaron a deshabitarse, como iremos viendo. Hoy tristemente los Cameros forman parte de lo que se llama la España vacía (o España vaciada), una España despoblada conocida como la Serranía Celtibérica o la Laponia del sur. Está formada por un territorio montañoso y frío, con 1.355 pueblos, que se extiende por las provincias de Valencia, Castellón, Teruel, Cuenca, Guadalajara, Zaragoza, La Rioja, Soria, Burgos y Segovia. En esta zona la densidad de población no llega a los ocho habitantes por kilómetro cuadrado. No hay una región tan despoblada y tan vacía en toda Europa, como lo describe Sergio del Molino en el ensayo más vendido en nuestro país en el 2018 (La España vacía, editorial Turner). En los doce municipios del Camero Viejo viven hoy 607 personas, cuando en 1900 llegaban a 5.000.

La comarca de los Cameros ya fue nombrada en el siglo XIII por Gonzalo de Berceo, primer poeta castellano de nombre conocido:

Quesos dan en ofrenda por todos los Cameros.

Ochocientos años después se sigue haciendo queso en los Cameros de forma artesanal. Yo lo he probado y tiene un sabor fino y suave, agradable a cualquier paladar. Hoy está entre los cien mejores quesos de España.

EL PUERTO DE PIQUERAS

Este verano de 2019 he ido a conocer un poco mejor los Cameros. El puerto de Piqueras es su entrada natural. Está a 1.710 metros de altitud y separa Soria de La Rioja. El tan temido puerto de Piqueras se ha convertido hoy en un puerto de montaña de museo. Antaño dejaba aislada durante meses a toda la comarca. En la actualidad no es necesario atravesarlo, porque han construido un moderno túnel que lo salva y por allí pasa todo el tráfico. Yo lo evito y subo el puerto como lo hicieron mis antepasados, eso sí, cómodamente sentado en mi coche. Aunque es domingo y estamos en el mes de agosto, no me cruzo con ningún otro vehículo ni en la subida ni en la bajada. Ninguna casa. Nadie. La España vacía. Soledad de soledades. Qué será el puerto de Piqueras en invierno y con un metro de nieve.


Al bajarlo aparece la antigua venta y ermita de Piqueras, hoy convertida en restaurante. Había leído que aquí existe un Museo de la Trashumancia y, para mi sorpresa, está abierto así que entro sin dudarlo ni un momento. La exposición, aunque sencilla, es muy didáctica y asequible para todos los públicos. Proyectan un vídeo que explica a las mil maravillas cómo eran antiguamente los Cameros y encima venden un libro que recoge toda esta información1. Así podemos saber a qué se dedicaban los cameranos antes de emigrar a América, a Andalucía y a otras regiones de España. Lo que averiguará el lector si tiene la paciencia de seguir leyendo.

LA TRASHUMANCIA EN LA COMARCA DE LOS CAMEROS

La cría de la oveja merina fue una de las principales fuentes de riqueza de los reinos de España. Para protegerla, el rey Alfonso X El Sabio creó en 1273 el Honrado Consejo de la Mesta, que era una institución que defendía y regulaba la actividad ganadera. Cada año, pasado el primer domingo de octubre, los pastores cameranos se iban con sus rebaños hacia el sur, a Extremadura, a Andalucía (provincias de Sevilla, Córdoba y Jaén) y al valle de Alcudia, en Ciudad Real. Delante de la venta de Piqueras existe una gran explanada a la que iban llegando los rebaños. Los propietarios, acompañados por los mayorales, se colocaban en un alto desde donde iban repartiendo y contando las cabezas de ganado que empezaban a subir el puerto de Piqueras. Normalmente se distribuían de mil en mil. Por cada mil ovejas iban un mayoral a caballo, cinco pastores, otros tantos zagales y varios mastines. El escaso y austero ajuar era portado por las llamadas “yeguas hateras”. Cuando todos se iban, la sierra se quedaba sin hombres y las mujeres cantaban:

          Ya se van los pastores a la Extremadura
          ya se queda la sierra triste y oscura.
         Ya se van los pastores, ya se van marchando,
         más de cuatro zagalas se quedan llorando.


Algunos zagales empezaban muy jóvenes, a veces sin llegar a cumplir los diez años. El viaje duraba casi un mes y en noviembre ya estaban los ganados en las fincas y dehesas del sur, que previamente se habían alquilado. A primeros de mayo, después del esquileo, los ganados volvían otra vez a los Cameros para pastar en la sierra durante los meses veraniegos. Tras nueve meses fuera de sus casas, algunas madres no reconocían a sus hijos:

          Cuando a mi casa volvía
          salía mi madre a esperarme
          y apenas me conocía.

En cambio, los maridos veían por primera vez a sus hijos recién nacidos. En los Cameros, muchos niños nacían en los meses de marzo, fruto de las concepciones que habían tenido lugar nueve meses antes, en junio, al volver los pastores de la trashumancia. Gran parte del embarazo lo pasaban las mujeres solas, sin sus maridos ausentes.

Los caminos pastoriles que atraviesan España de norte a sur reciben el nombre de cañadas, cordeles y veredas, según la anchura que tuvieran, esto es, 75, 37 y 21 metros, respectivamente. Es de todos sabido que la madrileña calle de Alcalá es una cañada, de ahí su gran anchura.

En los Cameros se practicó la trashumancia desde fechas muy tempranas. Se conserva un privilegio del conde Fernán González del año 923, que protege los ganados riojanos. La trashumancia está documentada, al menos, desde finales del siglo XVI en los registros parroquiales de Laguna de Cameros. Algunos autores afirman que los Cameros llegaron a soportar hasta tres millones de cabezas de ganado, cifra que me parece excesiva, pero que la copio tal cual la he leído para demostrar la riqueza que poseía esta región.

De todo lo que vi en el Museo de la Trashumancia me llamó la atención el amor a los animales que tenían los pastores y ganaderos. Los perros mastines comían lo mismo que sus dueños, agradecidos por el buen servicio que les prestaban. Protegían su cuello de los ataques de los lobos con unos collares de púas de hierro, llamados carlancas. Solían ir cinco mastines por cada mil ovejas. Algunos pastores afirmaban: “aunque parezca crudo, cuanto más conoces a los animales, más reniegas de los de tu propia especie”. Pero, paradójicamente, los pastores han evitado siempre la aparición de las ovejas negras en sus rebaños. Estas eran sacrificadas al nacer, aunque tuvieran una pequeña mancha. Esta práctica iba encaminada a conseguir ovejas lo más blancas posibles y mejorar así la calidad de la lana. Solo se mantenía como costumbre ancestral una oveja negra en cada rebaño, pues pensaban que lo protegía, en especial de la caída de los rayos.

Cuando salgo del museo la vigilante me despide con unas emocionantes palabras, válidas para muchos malagueños descendientes de cameranos: debemos estar orgullosos de nuestros orígenes.


NOTAS
 
1- VICENTE ELÍAS, Luis: Trashumantes riojanos, Gobierno de la Rioja, 2003. De este libro he entresacado valiosos datos para la redacción de este texto.