LAGUNA DE CAMEROS
Pertenece a la provincia de Logroño y al partido
judicial de Torrecilla. Está cercado de ruinas, escondido entre abruptas
montañas y orientado al sur, a 47 kilómetros de la capital, en la margen
izquierda y no lejos del nacimiento del río Leza. Lo habitan quinientas
cincuenta y tres almas. Tiene coche correo (auto), que no pasa del lugar. Su
clima es delicioso en verano, pero nada suave en invierno. En algunos edificios
campean los blasones de los hidalgos de Tejada y Valdeosera. No pocos enfermos,
desahuciados por los médicos, recobran aquí la salud, merced a la pureza de sus
alimentos y a la bondad de sus aguas2.
Bajando de Piqueras, el primer pueblo del Camero Viejo
que nos encontramos es Laguna de Cameros, el pueblo de mi tatarabuelo, Pedro
Alonso García, y el de los Larios, los Gómez, los Álvarez Fonseca, los de la
Cámara, entre otros muchos. Laguna de Cameros es el epicentro de la emigración
camerana a Málaga. Está a 47 kilómetros de Logroño y a 62 de Soria. Según afirmaba
Pascual Madoz en 1850, sus 1.050 metros de altitud le proporcionan un clima
frío en invierno, pero delicioso en verano.
Laguna de Cameros llama la atención del viajero por
ser un pueblo serrano bello y armonioso, con macizas casas de piedra, bien
conservadas, construidas con los buenos dineros que generaba la ganadería y
adornadas con muchas flores, quizá contagiados de la abundancia de ellas que
hay en las casas de Andalucía. Hasta aquí no ha llegado todavía el turismo. En
la calle Mayor sobrevive en estado ruinoso la casa de los Larios, de donde
estos salieron hacia Málaga, Gibraltar y Cádiz a principios del siglo XIX. Su
actual propietario, según me contó, negocia actualmente con la familia su
venta.
Me dirijo a la iglesia de la Asunción, donde se
custodia la pila bautismal, románica del siglo XII, en la que fueron bautizados
muchos de nuestros antepasados. A pesar de ser la hora de la comida, me abre su
párroco, Antonio Arnedo Martínez, que atiende además con generosidad cristiana
y paciencia evangélica otras 22 parroquias, cuya larga lista les ahorraré. Es
la España vacía. Me cuenta don Antonio que en invierno, con la nieve y el
hielo, algunos días los desplazamientos son casi imposibles.
En Laguna de Cameros viven todo el año unos cuarenta
vecinos, aunque están censados 116. Sin embargo, en verano pueden llegar a los
doscientos, pero están lejos de los setecientos habitantes que tenía el pueblo
en 1850. Sin duda, la época dorada de este pueblo riojano fue la primera mitad
del siglo XVIII. En 1733 había en Laguna de Cameros 20 telares, 3 tintes y 3
batanes. Además el pueblo contaba con 23.407 cabezas de ganado trashumante y
con 150 pastores que las guardan. Los vecinos que no eran ganaderos estaban
empleados en las fábricas de paños, cuya bondad y calidad eran famosas.
Visitando el pequeño cementerio me llevo algunas
sorpresas. En primer lugar, el apellido que predomina con claridad en las
lápidas es el de Sáenz. Por otro lado, el mejor panteón del camposanto,
visible desde la calle, es propiedad de la familia de la Cámara. Sus
miembros emigraron en su mayoría a Málaga y a América. Sin embargo, allí fue
enterrada en 1990 María Teresa de la Cámara Gálvez, fallecida en Málaga, lo que
es prueba del amor por sus orígenes que tuvieron muchos cameranos. Según me
dijeron en Laguna de Cameros, no es raro que se pasen por el pueblo algunos
malagueños.
Pero, sin duda, lo que más atrajo mi atención fue la
tumba que había en la misma entrada del cementerio. Lo hizo de manera poderosa.
En ella yace una anónima maestra: “De las discípulas a su querida maestra”,
reza la inscripción de la cruz que se levanta sobre su tumba. Esto merece que
le dediquemos otro apartado.
LOS MAESTROS DE LAGUNA DE CAMEROS
En una de las dos plazas que tiene Laguna hay una
estatua inaugurada en 1927 y dedicada a don Patricio Aguileta Salazar,
que fue maestro en Laguna de Cameros durante 42 años (1875-1917). Sabemos que
don Patricio recibió varias menciones de la inspección educativa por lo bien
que preparaba a sus alumnos. Pero esto no es todo. En la otra plaza del pueblo,
la de la Constitución, existen unos azulejos que recuerdan a otro vecino
ilustre, don José de la Cámara y Moreno que, emigrado a Méjico, regaló en 1843
dos escuelas al pueblo, una para niños y otra para niñas. La placa destaca en
el edificio donde estuvieron la escuelas. Pascual Madoz, que visitó Laguna de
Cameros a mediados del siglo XIX, hablaba maravillas de esta escuela: grande,
espaciosa, ventilada, con capacidad para cien alumnos, de las mejores de España,
en una época en la que casi nadie estudiaba. En 1840 solo el 10% de la
población española sabía leer y escribir. Sin embargo, en 1850 en Laguna de
Cameros estudiaban 55 niños y 34 niñas y no había analfabetos. En otros pueblos
de los Cameros existieron también otras escuelas similares, donadas por ricos
emigrantes. Así, la que regaló Manuel Agustín Heredia a su pueblo, Rabanera de
Cameros.
De ahí el agradecimiento de los cameranos hacia sus
maestros que les dieron instrucción, permitiéndoles pasar de ser un humilde
ganadero a un rico comerciante. Estos maestros enseñaron a muchos futuros
emigrantes unas nociones básicas que, más adelante, pudieron poner en práctica
en las situaciones que les deparó el destino. Formaban hombres para la vida.
También las niñas iban también a la escuela para
aprender a leer y a escribir. Pensemos que la única manera que tenían de
comunicarse con sus maridos, los nueve meses o más que estos pasaban fuera de
casa, era mediante cartas. Por otro lado, también tenían que aprender las
cuatro operaciones aritméticas para poder llevar la casa durante las largas
ausencias de sus esposos. De ahí que ellas se sintiesen tan agradecidas que
costeasen la tumba de su maestra, como vimos en el cementerio.
Basilio Allona y Cañas, párroco de Laguna de Cameros,
afirmaba que “casi todos los padres de familia educaban a sus hijos con la
intención de mandarlos al comercio. Los triunfos obtenidos por don Martín
Larios servían de acicate a muchos jóvenes, que partían de Laguna con la
ilusión de igualar en gloria y en riquezas a modelo tan insigne”.3
Solo conozco otro pueblo de España (Taramundi, en
Asturias) que le haya dedicado una estatua a su maestro en una de sus plazas
principales. Es prueba del agradecimiento y reconocimiento que muchos cameranos
guardaban de sus maestros, a quienes tanto les debían.
CARÁCTER Y PERSONALIDAD DE LOS CAMERANOS
¿Cómo eran estos cameranos? Los romanos describieron
ya el carácter y la personalidad de los pueblos celtíberos. Estrabón decía de
ellos que hacían una sola comida, y frugal, al día y que se bañaban en invierno
en agua fría. Trogo añadía que tenían preparado el ánimo para la muerte y el
cuerpo para la abstinencia y la fatiga. Traigo a colación estas clásicas citas
para demostrar cómo se ha mantenido a través de los tiempos una de las
principales cualidades de los cameranos: la austeridad. Otros autores
hablan de sus dotes para la enseñanza y la mercadería.
Físicamente, los cameranos destacaban por su piel
blanca, sus ojos claros y su cabello rubio o pelirrojo. Soportaban mal el calor
y el sol y eran amantes de los animales y de la Naturaleza. (Seguro que algunos
de estos rasgos los reconocemos en algunos de nuestros antepasados).
Pero, para mí, si hay dos cualidades que definen a los
cameranos son su capacidad para el trabajo y para el ahorro. Cuando
llegaron a Málaga trabajaron sin descanso todos los días de la semana. El
concepto de fin de semana es relativamente moderno y, evidentemente, los
cameranos no lo conocían. No se solían tomar vacaciones. Además estaban dotados
de un espíritu emprendedor y un fino olfato para los negocios que
utilizaron para aprovechar al máximo todas las oportunidades que les ofrecía
Málaga, su tierra de acogida. Finalmente, eran solidarios entre ellos y
se ayudaban unos a otros no solo ofreciendo trabajo a sus paisanos, sino
prestándoles dinero y apoyándoles cuando se establecían por su cuenta.
Antonio Parejo, que ha estudiado a los Larios en
profundidad, afirmaba que “los cameranos disponían de unos conocimientos y una
aptitud para los negocios que, en un medio en eclosión como era el malagueño de
la época, les permitían convertirse rápidamente en referentes empresariales”.4
EL FIN DE LA MESTA Y DE LA TRASHUMANCIA: LOS CAMERANOS
LLEGAN A MÁLAGA
A mediados del siglo XVIII la trashumancia y la Mesta
empezaron su decadencia. Los ilustrados comenzaron a apostar por la agricultura
en detrimento de la ganadería, imponiendo a esta nuevos tributos. Siempre se ha
acusado a la Mesta de la desforestación de gran parte de la península, pues el
ganado necesita gran cantidad de pasto para alimentarse. Si viajáramos a los
Cameros en el siglo XVIII descubriríamos con sorpresa que sus montes, hoy
poblados de pinos, robles y hayas, estaban pelados de vegetación. Además la
Corona, necesitada como siempre de dinero, suprimió cada vez más algunos
privilegios de la Mesta y legisló a favor de la agricultura. Con la llegada de
Napoleón a la península, los franceses robaban las ovejas merinas para producir
en su país la lana. Al principio, los pastores castraban a los terneros para
evitarlo, pero se los llevaban a miles y hasta mejoraron la calidad de la lana.
El precio de la lana cayó y bajaron las exportaciones.
La ganadería dejó de ser tan rentable y los Cameros comenzaron a vaciarse. Los
ministros ilustrados creyeron que la sierra podría recuperar todo su esplendor
dedicándola a la agricultura, para lo que era necesario convertir a los
pastores en agricultores. ¡Agricultura en estas alturas! ¡Donde el invierno
dura algunos años diez meses; donde un 24 de mayo de 1966 se heló en el puerto
un mayoral, sorprendido por el frío; donde nevó5 ni más ni menos que
un 30 de agosto de 1972...!
Al desaparecer la trashumancia, la vida en aquellos
pueblos dejó de tener sentido y sus gentes se marcharon a otros sitios. Muchos
cameranos, al estar nueve meses fuera de sus casas, se conocían mejor las
tierras del sur que las suyas. Después de tantos años y de tantas generaciones
emigrando anualmente al sur, es normal que se estableciesen vínculos, primero
de amistad y, más tarde, familiares con sus habitantes. ¿Y a qué no saben dónde
acababan las cañadas sorianas y riojanas? Efectivamente, en Andalucía. Aunque
otros emigraron a Extremadura o a América (especialmente a Méjico, Argentina y
Chile). Y los Cameros se quedaron vacíos. Tomás Rubio de Tejada, erudito e
historiador local, me contó en Laguna de Cameros que la emigración que sufrió
su pueblo en el siglo XIX fue tan fuerte, que los habitantes actuales del
pueblo ya no son en su mayoría descendientes de los originarios, porque todos
los hombres se acabaron marchando. En el año 2003 todavía quedaban dos rebaños
trashumantes en los Cameros, hoy quién sabe si sobrevivirá alguno.
Muchos cameranos se vinieron a Málaga por las buenas
perspectivas económicas que ofrecía y, sobre todo, por la presencia de otros
paisanos que habían ido llegando desde el siglo XVIII y fueron abriendo camino.
Los primeros cameranos que se establecieron en Málaga se encontraron una ciudad
virgen y llena de posibilidades, que ya habían descubierto algunos avispados
comerciantes de origen extranjero. En Málaga el clima era suave y no tan
extremo como el de su tierra. Sus habitantes eran indolentes y tenían fama de
entregarse a la pereza y a la vida muelle.
Los cameranos fueron llegando a Málaga en diferentes
oleadas a lo largo de más de cien años. Los primeros lo hicieron ya entrado el
siglo XVIII. Nosotros hemos registrado dos fases principales: una primera a
finales del XVIII y primeros años del XIX, y otra segunda en torno a 1840-1850,
coincidiendo quizá con la desaparición de la Mesta (1836). Aunque el goteo fue
continuo. Miguel Rojo Moreno6 estima en unos 550 los cameranos
arribados a Málaga y cita una lista con sus apellidos (que nosotros nos hemos
tomado la libertad de completar y aún así seguirá incompleta):
Alcázar, Alfaro, Alonso, Álvarez, Benito, Calvo, de la
Cámara, de los Riscos, Díaz de Tejada, Díez de Tejada, Domínguez, Elías,
Enciso, Esteban, Fernández, Fraile, de la Fuente, García, Garrido, Giménez,
Gregorio, Gómez, González, Gutiérrez, de las Heras, Heredia, Hernández de
Tejada, Herreros de Tejada, Hurtado de Mendoza, Illera, Íñiguez, Jiménez,
Larios, Lasanta, Lerdo, López, Lorenzo, Lozano, Llera, Marín, Martínez,
Martínez de Tejada, Moreno, Mugüerza, Muro, Pascual, Portal, Rubio, Sáenz,
Sáenz de Tejada, Sorzano, Tejada, Valle e Ysasi.
Es evidente que fueron muchos los cameranos que se
establecieron en Málaga. El historiador Manuel Muñoz Martín7 llena
en un artículo páginas y páginas nombrando a muchos de ellos, la mayoría procedentes
de Laguna de Cameros. Fueron muchos los que se establecieron en las calles
Nueva, San Juan y sus alrededores. Se dedicaron al comercio textil, que tan
bien conocían por sus antepasados. Destaquemos que la calle Nueva era la más
comercial de Málaga (aún no se había construido la calle Larios), y que en 1860
los cameranos controlaban casi el 50% de los comercios de esta calle.8
No todos los riojanos triunfaban y se adaptaban con
tanta facilidad. Sabemos, por ejemplo, que Manuel Agustín Heredia se trajo a
Málaga a su padre, Manuel Heredia Fernández, que se había quedado viudo en su
pueblo y vivía solo. Permaneció un año con su hijo en nuestra ciudad y,
finalmente, no consiguió aclimatarse. Se volvió a su pueblo, Rabanera de
Cameros, donde murió en 1834.
Los cameranos nunca se olvidaron de su patria chica.
Es más, siempre recordaron a través de las generaciones su procedencia con
orgullo. Cuando he entrevistado a los descendientes de los Álvarez Fonseca o de
Gómez Hermanos, aunque han transcurrido ya dos siglos, tienen presentes sus
orígenes y los muestran con orgullo.
NOTAS
2- ALLONA Y CAÑAS, Basilio: Ensayo de monografía
histórica de Laguna de Cameros, Imprenta y Librería Moderna, 1925, página
131. Don Basilio fue cura y párroco de Laguna de Cameros durante 33 años, entre
1900 y 1933.
3- Ibid., página 121.
4- PAREJO, Antonio y otros: Grandes empresarios
andaluces, LID Editorial, Madrid, 2011, página 75.
5- Debo esta curiosa observación a mi amigo Elías de
Mateo, que veranea cada año en Valdeavellano de Tera, en la provincia de Soria,
al pie de la Sierra Cebollera, limítrofe con los Cameros. Este pueblo pertenece
a la comarca de El Valle, desde donde emigraron a Málaga Braulio Aceña de las
Heras, propietario del mejor ultramarinos de la Málaga de su época, o Manuel
Sanz García, fundador de Los Alpes, de grato recuerdo para los malagueños.
6- ROJO MORENO, Miguel y RUBIO DE TEJADA, Tomás: Los
cameranos. Un viaje de ida y vuelta, Revista Péndulo, número 25, Málaga,
2014, páginas 138-154.
7- MUÑOZ MARTÍN, Manuel: Cameranos en Málaga en el
siglo XIX, Revista Isla de Arriarán, número 7, Málaga, 1996, páginas
125-136.
8- Véase apéndice al final del capítulo.