6/10/19

Apuntes para una historia de los cameranos en Málaga (1 de 3)


Por Fernando Alonso González

Málaga siempre ha sido un foco de atracción para los de fuera, tanto nacionales como extranjeros. Bastaría citar como ejemplo la lista interminable de apellidos extranjeros que llevan muchos malagueños, cuyos antepasados vinieron para quedarse. En este trabajo hablaremos de una colonia de emigrantes que creemos que fue la principal responsable del desarrollo económico, industrial y comercial de Málaga en el siglo XIX: los cameranos. Gracias a su iniciativa, trabajo y esfuerzo crearon una Málaga próspera y floreciente, que se convirtió en la segunda ciudad más industrializada de España después de Barcelona.

¿Cuándo y por qué llegaron los cameranos a Málaga? ¿De dónde venían? ¿Cómo era su modo de vida y a qué se dedicaban antes de emigrar? ¿Por qué eligieron Málaga? ¿Cuáles eran sus costumbres y su idiosincrasia? ¿Qué huella dejaron entre los malagueños? A estas y a otras cuestiones intentaremos contestar en este trabajo. Para ello comencemos por el principio, que no es otro que explicar qué son.

LOS CAMEROS

Los Cameros son una región montañosa que se sitúa en el Sistema Ibérico, al sur de La Rioja, aunque algunos de sus pueblos perteneces al norte de la provincia de Soria. Aclaremos que la comunidad autónoma de La Rioja es una creación moderna, de la Constitución de 1978. Hasta entonces no existía, y lo que se conocía como provincia de Logroño pertenecía a Castilla, igual que la provincia de Santander. De hecho, cuando los cameranos se empadronaban en Málaga, ponían que su origen era Castilla, porque La Rioja era Castilla. Hoy se llama Logroño a la capital de La Rioja, pero entonces se conocía de esta manera a toda la provincia. Por poner un ejemplo, mis tíos siempre han afirmado que sus antepasados venían de Logroño, cuando en realidad procedían de un pueblo de La Rioja, Laguna de Cameros, del que luego hablaremos por extenso.

Los Cameros se dividen a su vez en dos subcomarcas, el Camero Nuevo, regado por el río Iregua, y el Camero Viejo, en torno al Leza. Ambos ríos son afluentes del Ebro. La forma de vida de la región de siempre fue la ganadería y, cuando esta dejó de ser rentable, los Cameros empezaron a deshabitarse, como iremos viendo. Hoy tristemente los Cameros forman parte de lo que se llama la España vacía (o España vaciada), una España despoblada conocida como la Serranía Celtibérica o la Laponia del sur. Está formada por un territorio montañoso y frío, con 1.355 pueblos, que se extiende por las provincias de Valencia, Castellón, Teruel, Cuenca, Guadalajara, Zaragoza, La Rioja, Soria, Burgos y Segovia. En esta zona la densidad de población no llega a los ocho habitantes por kilómetro cuadrado. No hay una región tan despoblada y tan vacía en toda Europa, como lo describe Sergio del Molino en el ensayo más vendido en nuestro país en el 2018 (La España vacía, editorial Turner). En los doce municipios del Camero Viejo viven hoy 607 personas, cuando en 1900 llegaban a 5.000.

La comarca de los Cameros ya fue nombrada en el siglo XIII por Gonzalo de Berceo, primer poeta castellano de nombre conocido:

Quesos dan en ofrenda por todos los Cameros.

Ochocientos años después se sigue haciendo queso en los Cameros de forma artesanal. Yo lo he probado y tiene un sabor fino y suave, agradable a cualquier paladar. Hoy está entre los cien mejores quesos de España.

EL PUERTO DE PIQUERAS

Este verano de 2019 he ido a conocer un poco mejor los Cameros. El puerto de Piqueras es su entrada natural. Está a 1.710 metros de altitud y separa Soria de La Rioja. El tan temido puerto de Piqueras se ha convertido hoy en un puerto de montaña de museo. Antaño dejaba aislada durante meses a toda la comarca. En la actualidad no es necesario atravesarlo, porque han construido un moderno túnel que lo salva y por allí pasa todo el tráfico. Yo lo evito y subo el puerto como lo hicieron mis antepasados, eso sí, cómodamente sentado en mi coche. Aunque es domingo y estamos en el mes de agosto, no me cruzo con ningún otro vehículo ni en la subida ni en la bajada. Ninguna casa. Nadie. La España vacía. Soledad de soledades. Qué será el puerto de Piqueras en invierno y con un metro de nieve.


Al bajarlo aparece la antigua venta y ermita de Piqueras, hoy convertida en restaurante. Había leído que aquí existe un Museo de la Trashumancia y, para mi sorpresa, está abierto así que entro sin dudarlo ni un momento. La exposición, aunque sencilla, es muy didáctica y asequible para todos los públicos. Proyectan un vídeo que explica a las mil maravillas cómo eran antiguamente los Cameros y encima venden un libro que recoge toda esta información1. Así podemos saber a qué se dedicaban los cameranos antes de emigrar a América, a Andalucía y a otras regiones de España. Lo que averiguará el lector si tiene la paciencia de seguir leyendo.

LA TRASHUMANCIA EN LA COMARCA DE LOS CAMEROS

La cría de la oveja merina fue una de las principales fuentes de riqueza de los reinos de España. Para protegerla, el rey Alfonso X El Sabio creó en 1273 el Honrado Consejo de la Mesta, que era una institución que defendía y regulaba la actividad ganadera. Cada año, pasado el primer domingo de octubre, los pastores cameranos se iban con sus rebaños hacia el sur, a Extremadura, a Andalucía (provincias de Sevilla, Córdoba y Jaén) y al valle de Alcudia, en Ciudad Real. Delante de la venta de Piqueras existe una gran explanada a la que iban llegando los rebaños. Los propietarios, acompañados por los mayorales, se colocaban en un alto desde donde iban repartiendo y contando las cabezas de ganado que empezaban a subir el puerto de Piqueras. Normalmente se distribuían de mil en mil. Por cada mil ovejas iban un mayoral a caballo, cinco pastores, otros tantos zagales y varios mastines. El escaso y austero ajuar era portado por las llamadas “yeguas hateras”. Cuando todos se iban, la sierra se quedaba sin hombres y las mujeres cantaban:

          Ya se van los pastores a la Extremadura
          ya se queda la sierra triste y oscura.
         Ya se van los pastores, ya se van marchando,
         más de cuatro zagalas se quedan llorando.


Algunos zagales empezaban muy jóvenes, a veces sin llegar a cumplir los diez años. El viaje duraba casi un mes y en noviembre ya estaban los ganados en las fincas y dehesas del sur, que previamente se habían alquilado. A primeros de mayo, después del esquileo, los ganados volvían otra vez a los Cameros para pastar en la sierra durante los meses veraniegos. Tras nueve meses fuera de sus casas, algunas madres no reconocían a sus hijos:

          Cuando a mi casa volvía
          salía mi madre a esperarme
          y apenas me conocía.

En cambio, los maridos veían por primera vez a sus hijos recién nacidos. En los Cameros, muchos niños nacían en los meses de marzo, fruto de las concepciones que habían tenido lugar nueve meses antes, en junio, al volver los pastores de la trashumancia. Gran parte del embarazo lo pasaban las mujeres solas, sin sus maridos ausentes.

Los caminos pastoriles que atraviesan España de norte a sur reciben el nombre de cañadas, cordeles y veredas, según la anchura que tuvieran, esto es, 75, 37 y 21 metros, respectivamente. Es de todos sabido que la madrileña calle de Alcalá es una cañada, de ahí su gran anchura.

En los Cameros se practicó la trashumancia desde fechas muy tempranas. Se conserva un privilegio del conde Fernán González del año 923, que protege los ganados riojanos. La trashumancia está documentada, al menos, desde finales del siglo XVI en los registros parroquiales de Laguna de Cameros. Algunos autores afirman que los Cameros llegaron a soportar hasta tres millones de cabezas de ganado, cifra que me parece excesiva, pero que la copio tal cual la he leído para demostrar la riqueza que poseía esta región.

De todo lo que vi en el Museo de la Trashumancia me llamó la atención el amor a los animales que tenían los pastores y ganaderos. Los perros mastines comían lo mismo que sus dueños, agradecidos por el buen servicio que les prestaban. Protegían su cuello de los ataques de los lobos con unos collares de púas de hierro, llamados carlancas. Solían ir cinco mastines por cada mil ovejas. Algunos pastores afirmaban: “aunque parezca crudo, cuanto más conoces a los animales, más reniegas de los de tu propia especie”. Pero, paradójicamente, los pastores han evitado siempre la aparición de las ovejas negras en sus rebaños. Estas eran sacrificadas al nacer, aunque tuvieran una pequeña mancha. Esta práctica iba encaminada a conseguir ovejas lo más blancas posibles y mejorar así la calidad de la lana. Solo se mantenía como costumbre ancestral una oveja negra en cada rebaño, pues pensaban que lo protegía, en especial de la caída de los rayos.

Cuando salgo del museo la vigilante me despide con unas emocionantes palabras, válidas para muchos malagueños descendientes de cameranos: debemos estar orgullosos de nuestros orígenes.


NOTAS
 
1- VICENTE ELÍAS, Luis: Trashumantes riojanos, Gobierno de la Rioja, 2003. De este libro he entresacado valiosos datos para la redacción de este texto.