Por Fernando Alonso González
Málaga siempre ha sido un foco de atracción para los
de fuera, tanto nacionales como extranjeros. Bastaría citar como ejemplo la lista
interminable de apellidos extranjeros que llevan muchos malagueños, cuyos
antepasados vinieron para quedarse. En este trabajo hablaremos de una colonia
de emigrantes que creemos que fue la principal responsable del desarrollo
económico, industrial y comercial de Málaga en el siglo XIX: los cameranos.
Gracias a su iniciativa, trabajo y esfuerzo crearon una Málaga próspera y
floreciente, que se convirtió en la segunda ciudad más industrializada de
España después de Barcelona.
¿Cuándo y por qué llegaron los cameranos a Málaga? ¿De
dónde venían? ¿Cómo era su modo de vida y a qué se dedicaban antes de emigrar?
¿Por qué eligieron Málaga? ¿Cuáles eran sus costumbres y su idiosincrasia? ¿Qué
huella dejaron entre los malagueños? A estas y a otras cuestiones intentaremos
contestar en este trabajo. Para ello comencemos por el principio, que no es
otro que explicar qué son.
LOS CAMEROS
Los Cameros son una región montañosa que se sitúa en
el Sistema Ibérico, al sur de La Rioja, aunque algunos de sus pueblos perteneces
al norte de la provincia de Soria. Aclaremos que la comunidad autónoma de La
Rioja es una creación moderna, de la Constitución de 1978. Hasta entonces no
existía, y lo que se conocía como provincia de Logroño pertenecía a Castilla,
igual que la provincia de Santander. De hecho, cuando los cameranos se
empadronaban en Málaga, ponían que su origen era Castilla, porque La Rioja era
Castilla. Hoy se llama Logroño a la capital de La Rioja, pero entonces se
conocía de esta manera a toda la provincia. Por poner un ejemplo, mis tíos
siempre han afirmado que sus antepasados venían de Logroño, cuando en realidad
procedían de un pueblo de La Rioja, Laguna de Cameros, del que luego hablaremos
por extenso.
Los Cameros se dividen a su vez en dos subcomarcas, el
Camero Nuevo, regado por el río Iregua, y el Camero Viejo, en
torno al Leza. Ambos ríos son afluentes del Ebro. La forma de vida de la región
de siempre fue la ganadería y, cuando esta dejó de ser rentable, los Cameros
empezaron a deshabitarse, como iremos viendo. Hoy tristemente los Cameros
forman parte de lo que se llama la España vacía (o España vaciada), una
España despoblada conocida como la Serranía Celtibérica o la Laponia del sur.
Está formada por un territorio montañoso y frío, con 1.355 pueblos, que se extiende
por las provincias de Valencia, Castellón, Teruel, Cuenca, Guadalajara,
Zaragoza, La Rioja, Soria, Burgos y Segovia. En esta zona la densidad de
población no llega a los ocho habitantes por kilómetro cuadrado. No hay una
región tan despoblada y tan vacía en toda Europa, como lo describe Sergio del
Molino en el ensayo más vendido en nuestro país en el 2018 (La España vacía,
editorial Turner). En los doce municipios del Camero Viejo viven hoy 607
personas, cuando en 1900 llegaban a 5.000.
La comarca de los Cameros ya fue nombrada en el siglo
XIII por Gonzalo de Berceo, primer poeta castellano de nombre conocido:
Quesos dan en ofrenda por todos los Cameros.
Ochocientos años después se sigue haciendo queso en
los Cameros de forma artesanal. Yo lo he probado y tiene un sabor fino y suave,
agradable a cualquier paladar. Hoy está entre los cien mejores quesos de
España.
EL PUERTO DE PIQUERAS
Este verano de 2019 he ido a conocer un poco mejor los
Cameros. El puerto de Piqueras es su entrada natural. Está a 1.710 metros de
altitud y separa Soria de La Rioja. El tan temido puerto de Piqueras se ha
convertido hoy en un puerto de montaña de museo. Antaño dejaba aislada durante
meses a toda la comarca. En la actualidad no es necesario atravesarlo, porque
han construido un moderno túnel que lo salva y por allí pasa todo el tráfico.
Yo lo evito y subo el puerto como lo hicieron mis antepasados, eso sí,
cómodamente sentado en mi coche. Aunque es domingo y estamos en el mes de
agosto, no me cruzo con ningún otro vehículo ni en la subida ni en la bajada.
Ninguna casa. Nadie. La España vacía. Soledad de soledades. Qué será el puerto
de Piqueras en invierno y con un metro de nieve.
Al bajarlo aparece la antigua venta y ermita de
Piqueras, hoy convertida en restaurante. Había leído que aquí existe un Museo
de la Trashumancia y, para mi sorpresa, está abierto así que entro sin
dudarlo ni un momento. La exposición, aunque sencilla, es muy didáctica y
asequible para todos los públicos. Proyectan un vídeo que explica a las mil
maravillas cómo eran antiguamente los Cameros y encima venden un libro que
recoge toda esta información1. Así podemos saber a qué se dedicaban
los cameranos antes de emigrar a América, a Andalucía y a otras regiones de
España. Lo que averiguará el lector si tiene la paciencia de seguir leyendo.
LA TRASHUMANCIA EN LA COMARCA DE LOS CAMEROS
La cría de la oveja merina fue una de las principales
fuentes de riqueza de los reinos de España. Para protegerla, el rey Alfonso X
El Sabio creó en 1273 el Honrado Consejo de la Mesta, que era una
institución que defendía y regulaba la actividad ganadera. Cada año, pasado el
primer domingo de octubre, los pastores cameranos se iban con sus rebaños hacia
el sur, a Extremadura, a Andalucía (provincias de Sevilla, Córdoba y Jaén) y al
valle de Alcudia, en Ciudad Real. Delante de la venta de Piqueras existe una
gran explanada a la que iban llegando los rebaños. Los propietarios,
acompañados por los mayorales, se colocaban en un alto desde donde iban
repartiendo y contando las cabezas de ganado que empezaban a subir el puerto de
Piqueras. Normalmente se distribuían de mil en mil. Por cada mil ovejas iban un
mayoral a caballo, cinco pastores, otros tantos zagales y varios mastines. El
escaso y austero ajuar era portado por las llamadas “yeguas hateras”. Cuando
todos se iban, la sierra se quedaba sin hombres y las mujeres cantaban:
Ya se van los pastores a la Extremadura
ya se queda la sierra triste y oscura.
Ya se van los pastores, ya se van marchando,
más de cuatro zagalas se quedan llorando.
Algunos zagales empezaban muy jóvenes, a veces sin
llegar a cumplir los diez años. El viaje duraba casi un mes y en noviembre ya
estaban los ganados en las fincas y dehesas del sur, que previamente se habían
alquilado. A primeros de mayo, después del esquileo, los ganados volvían otra
vez a los Cameros para pastar en la sierra durante los meses veraniegos. Tras
nueve meses fuera de sus casas, algunas madres no reconocían a sus hijos:
Cuando a mi casa volvía
salía mi madre a esperarme
y apenas me conocía.
En cambio, los maridos veían por primera vez a sus
hijos recién nacidos. En los Cameros, muchos niños nacían en los meses de
marzo, fruto de las concepciones que habían tenido lugar nueve meses antes, en
junio, al volver los pastores de la trashumancia. Gran parte del embarazo lo
pasaban las mujeres solas, sin sus maridos ausentes.
Los caminos pastoriles que atraviesan España de norte
a sur reciben el nombre de cañadas, cordeles y veredas, según la anchura que
tuvieran, esto es, 75, 37 y 21 metros, respectivamente. Es de todos sabido que
la madrileña calle de Alcalá es una cañada, de ahí su gran anchura.
En los Cameros se practicó la trashumancia desde
fechas muy tempranas. Se conserva un privilegio del conde Fernán González del
año 923, que protege los ganados riojanos. La trashumancia está documentada, al
menos, desde finales del siglo XVI en los registros parroquiales de Laguna de
Cameros. Algunos autores afirman que los Cameros llegaron a soportar hasta tres
millones de cabezas de ganado, cifra que me parece excesiva, pero que la copio
tal cual la he leído para demostrar la riqueza que poseía esta región.
De todo lo que vi en el Museo de la Trashumancia me
llamó la atención el amor a los animales que tenían los pastores y ganaderos.
Los perros mastines comían lo mismo que sus dueños, agradecidos por el buen
servicio que les prestaban. Protegían su cuello de los ataques de los lobos con
unos collares de púas de hierro, llamados carlancas. Solían ir cinco mastines
por cada mil ovejas. Algunos pastores afirmaban: “aunque parezca crudo, cuanto
más conoces a los animales, más reniegas de los de tu propia especie”. Pero,
paradójicamente, los pastores han evitado siempre la aparición de las ovejas
negras en sus rebaños. Estas eran sacrificadas al nacer, aunque tuvieran una
pequeña mancha. Esta práctica iba encaminada a conseguir ovejas lo más blancas
posibles y mejorar así la calidad de la lana. Solo se mantenía como costumbre
ancestral una oveja negra en cada rebaño, pues pensaban que lo protegía, en
especial de la caída de los rayos.
Cuando salgo del museo la vigilante me despide con
unas emocionantes palabras, válidas para muchos malagueños descendientes de
cameranos: debemos estar orgullosos de nuestros orígenes.
NOTAS
1- VICENTE ELÍAS, Luis: Trashumantes riojanos,
Gobierno de la Rioja, 2003. De este libro he entresacado valiosos datos para la
redacción de este texto.