23/1/20

“Comercios malagueños que dejaron huella”, de Fernando Alonso González


(Artículo publicado originariamente en el blog "Tiempo Vivo" el 22 de enero de 2020)
 
Por José M. Domínguez Martínez

Hoy, día 22 de enero de 2020, ha tenido lugar en Málaga la presentación pública de la obra “Comercios malagueños que dejaron huella” (ediciones del Genal, 2019), escrita por Fernando Alonso González, y que cuenta con la colaboración de Jorge Alonso Oliva.

El acto se ha celebrado en un lugar emblemático, con una elevada carga simbólica, el salón de actos de Unicaja Banco en Plaza de la Marina. El salón pertenece a esa entidad financiera, a un establecimiento comercial que se instaló en Málaga a mediados del siglo veinte y que, después de muchas transformaciones, sigue abierto al público. Sin perjuicio de ello, en realidad dicho espacio forma parte del acervo cultural de la ciudad de Málaga. En cierto modo, constituye también un pequeño museo silente, al acoger en sus paredes algunas obras pictóricas de destacados artistas del siglo diecinueve. Como la que, desde el techo, nos ilumina con espléndidas representaciones alegóricas surgidas de la misma mano maestra del autor de la icónica pintura inmortalizada en el Teatro Cervantes, “Alegoría de Málaga con su Puerto, Estación de Ferrocarril, la Agricultura, Industria y Comercio”, Bernardo Ferrándiz. Una serie de circunstancias hacían de la sala un entorno bastante propicio para la presentación de un libro de esa naturaleza.

A lo largo de treinta años, he asistido a numerosas presentaciones de libros, informes y estudios en ese salón, cuyos balcones miran al Puerto. Pero he de reconocer que la obra de Fernando Alonso resulta especialmente entrañable para los malagueños de mi generación, toda vez recoge un retrato imprescindible, en perspectiva histórica, de la añorada Málaga comercial que vivimos en nuestra infancia, lejana infancia, hacia finales de los años cincuenta y a lo largo de los sesenta del pasado siglo.

Aparte de la inevitable dosis de nostalgia, al revivir episodios que se alojan recónditamente en la memoria, la lectura del libro sirve también para tomar conciencia de la extraordinaria y meritoria base empresarial que tenía la ciudad, en una época plagada de dificultades y en la que apenas comenzaba a salirse de la autarquía económica.

Fruto de la experiencia y de las vivencias personales, varios son los elementos que, en mi opinión, conformaban el denominador común de aquellos ilustres comerciantes: ante todo, como epítome, su categoría, acompañada de atributos como la eficacia, la calidad, la profesionalidad, la disposición y la capacidad de atender cualquier necesidad, la vocación de servicio, la exquisitez en el trato, el sello de distinción, y el orgullo de marca. Eran, en suma, un magnífico exponente del espíritu emprendedor y de la laboriosidad de los malagueños y de otras personas que eligieron instalarse en nuestro municipio para desarrollar su actividad.

Su desaparición, motivada por causas muy diversas, supuso una pérdida irreparable y una descapitalización en toda regla, con efectos colaterales para la vida en el centro de la ciudad que el autor describe, con un tono de amargura, en el prefacio de la obra.

Recuperar, significar y preservar su memoria es una forma de comenzar a atender la enorme deuda de gratitud con ellos contraída.

La obra de Fernando Alonso viene así a cubrir un hueco esencial en ese sentido, aportando un estudio encomiable, aún más apreciable teniendo en cuenta la juventud del autor. En ese empeño, aunque más modestamente, coincidimos con la puesta en marcha de un proyecto incipiente, el proyecto Mlk, también dirigido a tratar de que no se pierda la huella de las empresas, proyecto en el que ya hemos contado con una docta contribución del propio Fernando Alonso.

Considero que la obra de referencia contiene un valioso repertorio de trayectorias comerciales en su contexto histórico, y permite poner de relieve el valor de una serie de compañías cuya verdadera trascendencia, de lo contrario, podría pasar desapercibida.

También representa una invitación a la reflexión sobre el devenir de la vida en la ciudad, en una época de cambios de paradigmas económicos y sociales.

Por otro lado, la historia de los 24 comercios desaparecidos glosados en el libro encuentra un perfecto complemento en las emotivas evocaciones escritas por Jorge Alonso Oliva, que vienen a añadir connotaciones sentimentales.

A raíz de todo ello, como antes señalaba, para personas de mi generación es difícil no evocar un cúmulo de imágenes de una época ya muy lejana. Ciertamente, entre otras muchas, recuerdo, como se recoge en la obra, el acontecimiento social que supuso la llegada a Málaga de la primera escalera mecánica, en los almacenes Félix Sáenz; la sorpresa que me producía la diversidad de la oferta que, en unos tiempos de escasez y austeridad, podía encontrarse en Álvarez Fonseca o Gómez Raggio; la magia incomparable de la librería Denis, donde primero, siendo un niño, acudía a comprar novelas de Julio Verne o Enid Blyton, luego los libros para el Instituto, más tarde los manuales de la Facultad y, finalmente, textos para preparar las clases o los trabajos de investigación en mi primera etapa como profesor universitario; la calidad suprema y la excelencia en el servicio de Los Alpes; o el ambiente bohemio de la Buena Sombra, cuyo salón marcaba el umbral de la adolescencia.

En definitiva, creo que debemos felicitar a Fernando Alonso y Jorge Alonso por tan magnífica obra, e instarles a que prosigan en esa senda narrativa de los comercios malagueños y de su entorno.

Y, aunque pueda parecer muy utópico, ojalá que haya comercios que puedan desafiar el destino implacable que el autor atribuye a todas las empresas en su condición de seres vivos, a los que, tarde o temprano, llega su hora final. Tal vez el caso de las empresas integrantes de clubes de Inglaterra o Francia en los que, para acceder, hay que acreditar una antigüedad de más de 200 o 300 años sea un ejemplo estimulante, y no digamos el de las empresas japonesas, aún operativas hoy, procedentes de los siglos VI y VIII de nuestra era.

En cualquier caso, sólo cabe esperar y desear que la serie de los “Comercios históricos malagueños” -anterior publicación de Fernando Alonso centrada en firmas subsistentes (en el momento de la edición)- aglutine más entradas que la serie de los que desaparecen, aunque sea necesario ir completando el inventario.