Por José Mª López Jiménez
En “Las ciudades invisibles”, de Italo Calvino, se
suceden las conversaciones entre el mercader (Marco Polo) y el emperador
(Kublai Jan), con una serie de extraordinarias ciudades imaginadas de
trasfondo. El poder político, el económico y el urbano forman en este relato
una triada que tiende a la perfección.
Primero fueron las ciudades y después otras formas
sociales y políticas más abstractas, con la cualificada excepción de las
ciudades-estado helénicas, en las que lo público y lo privado, lo civil y lo
militar, lo mercantil y lo político, formaron un todo capaz de resistir, casi
milagrosamente, el empuje de vastos imperios que avasallaban a cuantos se
interponían en su camino.
No es de extrañar, por tanto, que las ciudades hayan
sido “durante milenios grandes centros de actividad, impulsores de crecimiento
y productividad”, o que “ningún país haya logrado crear una clase media sin
urbanizarse” (“El triunfo de las ciudades frente a los Estados”, Forbes, nº 58,
noviembre de 2018, pág. 76).
Si nos remitimos a la Málaga decimonónica como
antecedente más inmediato de la ciudad actual, sin necesidad de llegar a las
raíces históricas que vinculan su origen con los mismos ideadores de la
escritura o del comercio, también descubrimos la confluencia de los desarrollos
urbano, político y empresarial.
No es extraño que en una ciudad abierta como Málaga,
por necesidad y por convicción, se asentaran personas procedentes de otros
ámbitos geográficos, pero sí es singular el papel desempeñado por los oriundos
de La Rioja, en concreto, de la comarca de los Cameros. Entre estas familias
podemos encontrar, por ejemplo, a “los Larios, los Heredia (Manuel Agustín
Heredia llegó a ser en su día el hombre más rico de España) o Félix Saénz
(dueño de los almacenes más grandes de Andalucía a principios del siglo XX”
(Alonso González, F., “Comercios históricos malagueños”, Ediciones del Genal,
Málaga, 3ª ed., 2018, pág. 51).
En un anterior artículo ya prestamos atención a Manuel
Agustín Heredia, luego ahora nos centraremos en el primer Larios que llegó a
Málaga, Martín Larios Herreros (1798-1873). Como aclaración, su hijo Manuel
Domingo, ante la incapacidad mental de su hermano Martín, se convirtió en el
segundo marqués de Larios, inmortalizado en la estatua que preside el acceso a
la Alameda Principal y a la calle Larios de la capital malagueña. Los Larios
forman, por tanto, una parte inescindible del imaginario de la ciudad.
Seguimos para destacar los aspectos más relevantes de
la biografía de Martín Larios a Antonio Parejo Barranco, en “Grandes
empresarios andaluces” (Parejo Barranco, A. —coordinador—, LID Editorial
Empresarial, S.L., Madrid, 2011, págs. 74-80).
En línea con lo señalado por Alonso González, Parejo
Barranco también incide en la colonia camerana. Detrás de estos movimientos
migratorios “existían contactos económicos previos […], pero también unos
niveles formativos situados por encima de la media de la época: en otras
palabras, aquellos emigrantes cameranos disponían de unos conocimientos y de
una actitud para los negocios que, en un medio económico en eclosión como eran
el malagueño o el gaditano de la época, les permitieron convertirse rápidamente
en referentes empresariales”.
El origen de la fortuna de Larios, como el de la de
Heredia, se encuentra en la agitación de los primeros años del siglo XIX
español. Esta riqueza se canalizará hacia la industria textil-algodonera, el
azúcar de caña y los vinos. Para el establecimiento de sus ingenios
industriales y para determinar la forma de organización del trabajo siempre
trató de reproducir el modelo imperante en Inglaterra, no siendo infrecuentes
los viajes a Manchester de las personas de su círculo más cercano.
Martín Larios también formó parte de la oligarquía
financiera malagueña, destacando su interés en el proyecto ferroviario y en la
banca.
En cuanto al ferrocarril, su interés superó el afán
meramente especulativo, pues también tenía interés en que Málaga contara con
carbón a un precio competitivo para hacer viable la siderurgia andaluza frente
a la del norte de la península. Aunque los sucesores de Heredia, los Larios y
los Loring participaron en este proyecto ferroviario inicial, fue Jorge Loring
el que mostró una actitud más decidida al respecto, consiguiendo unificar en
1877 todos los ferrocarriles de la región en la Compañía de los Ferrocarriles
Andaluces. Jorge Loring y sus socios, entre ellos, el político liberal
Francisco Silvela, emprendieron entonces una política de construcción de nuevas
líneas y de mejora de la gestión.
En lo atinente a las finanzas, en 1856 se creó en
Banco de Málaga, en el que, como promotores, junto a Martín Larios, volvemos a
encontrar a los Heredia (los sucesores de Manuel Agustín) y a los Loring: “[…]
el Banco de Málaga fue un negocio inicialmente rentable —su actividad
fundamental fue, en el activo, el descuento de letras, y en el pasivo la
emisión de billetes—, aunque pronto comenzó a ofrecer síntomas de debilidad: en
parte por la crisis financiera de 1866, y sobre todo tras la nueva legislación
bancaria de 1874, que otorgaba al Banco de España el monopolio de emisión de
billetes. Eses mismo año, el Banco de Málaga dejaría de existir como entidad
independiente, fusionándose con el Banco de España”.
Referencias bibliográficas
Alonso González, F., “Comercios históricos
malagueños”, Ediciones del Genal, Málaga, 3ª ed., 2018.
Forbes, “El triunfo de las ciudades frente a los
Estados”, nº 58, noviembre de 2018.
López Jiménez, J. Mª:
—“El sistema financiero y su histórica y estrecha
relación con el arte y la cultura”, eXtoikos, nº 18, 2016.
—“Italo Calvino y las ciudades de los trueques”, blog
Todo Son Finanzas, 9 de marzo de 2018.
—“Las ciudades, Málaga y el paso de los días: Manuel
Agustín Heredia”, blog Todo Son Finanzas, 25 de diciembre de 2018.
Parejo Barranco, A., “Martín Larios Herreros
[1798-1873]”, en “Grandes empresarios andaluces”, Parejo Barranco, A.
—coordinador—, LID Editorial Empresarial, S.L., Madrid, 2011.
(Publicado en el blog Todo Son Finanzas el 31 de diciembre
de 2018)