1/1/19

Proyecto Mlk: a la búsqueda de las huellas perdidas de la ciudad ausente


Por José M. Domínguez Martínez

La historia de una ciudad está en sus calles, en sus plazas y avenidas; reposa en las fachadas de sus monumentos; revive en los rasgos y en el carácter de sus habitantes; anida en los surcos que ha ido labrando el tiempo; se adormece en los jardines donde acuden las almas solitarias; palpita en todos sus rincones, reales o imaginarios. Todo eso y mucho más forma parte de su ser. En su largo camino se han ido quedando atrás símbolos e imágenes que ayudaron a forjarla tal como es, dejando una huella, que aún permanece, aunque no siempre se perciba a simple vista.

Las empresas, ya se trate de una factoría, de un establecimiento comercial o de un local de servicios, como organismos vivos condenados a ganarse cada día la supervivencia, amenazados por fuerzas internas y otras que llegan del exterior, en distintos grados de permanencia e intensidad, han sido un elemento imprescindible en la configuración urbana. Como seres vivientes, las empresas presentan una gran heterogeneidad en cuanto a su origen, apariencia, dimensión, actividad y longevidad. Sea cual sea el perfil concreto que adopte, toda empresa se ve sometida a la dialéctica permanente que impone la dinámica económica y social, más o menos exigente en función del sector y del entorno en el que opera. Cuando una empresa se extingue es como si con ella se esfumara una parte de nuestras vivencias, como si se desprendiera una pieza del mosaico que representa la actividad económica y también el panel del entramado social, dejando un hueco que no volverá a rellenarse.

Que muchos establecimientos no formen parte del paisaje urbano de hoy no significa que debamos ignorar su papel, que olvidemos lo que hicieron para construir nuestro presente y lo que aportaron a nuestra idiosincrasia.

Rendir un homenaje a las unidades empresariales que, por una u otra razón, se han ido desprendiendo de ese gran mosaico, es el propósito que inspira el proyecto Mlk del Instituto Econospérides. Pero una cosa es una mera declaración de principios y otra, muy distinta, la capacidad de materialización de la aspiración que subyace en aquélla. A tenor de los exiguos recursos disponibles, esa capacidad es ciertamente modesta, por lo que este proyecto no se plantea ninguna meta que, ni de lejos, pudiera tacharse de ambiciosa. Más bien, la pretensión no es otra que la de abrir una senda, que venga a añadirse a otras ya trazadas por otros autores, para ir recordando imágenes hoy ausentes, sin objetivos cuantitativos concretos. Aun cuando ese espíritu se extienda sin límites temporales, que se remontan al origen de los tiempos malacitanos, con la fundación del núcleo fenicio llamado Malaka o Mlk, la iniciativa surge a raíz de la reflexión en torno a la ausencia de establecimientos que identificaban la fisonomía de la Málaga de los años setenta del pasado siglo.

Apelando una vez más a la filosofía machadiana de hacer camino al andar, no nos fijamos alcanzar ninguna cota de antemano, ni siquiera mínima. Tampoco, al menos en su fase inicial, ningún formato cerrado. Si el proyecto logra echar a andar, ya habrá tiempo de pensar en dotarlo de alguna estructura definida, así como de un nombre adecuado.

Las trayectorias de las empresas más significativas están documentadas en los textos de historia. Aunque sólo sea a título de recordatorio, tienen, naturalmente, abiertas de par en par las puertas de este modesto proyecto, pero, especialmente, aquellas otras menos conocidas o que han pasado desapercibidas.

Como dejaba escrito en una de las entradas de este blog, de agosto de 2017, uno de esos negocios anónimos fue el de María Quintero, conocida en mi barrio como María la del carrillo. Ella fue la primera empresaria que conocí, en mi infancia, cuando corrían los primeros años de la década de los sesenta. A su recuerdo van dedicadas estas líneas.

(Publicado en el blog Tiempo Vivo el 27 de diciembre de 2018)