Por Fernando Alonso González
La Casa Larios ha sido toda
una institución dentro y fuera de Málaga. Como afirma uno de sus máximos
estudiosos, Antonio Parejo, los Larios fueron “una de las familias más ricas y
poderosas de España y se adelantaron a su época en muchos sentidos”. Sin
embargo, hemos de reconocer desde el principio que los Larios no han sido muy
queridos en Málaga y, a partir del trágico incidente que sufrieron en 1868, del
que luego hablaremos, no han vuelto a vivir en nuestra ciudad. Manuel Blasco
comparó los Heredia con los Larios de manera muy acertada: si los primeros
fueron la creación, la industria y la esplendidez; los segundos representan el
comercio, el préstamo y el dinero.
Manuel Agustín Heredia siempre
tuvo fama entre la clase dominante malagueña de aventurero y arriesgado en sus
decisiones. Por el contrario, los Larios se caracterizaron por la cautela y la
prudencia. Despacito y con buena letra. Su enriquecimiento no fue tan
fulgurante como el de los Heredia, sino lento, constante y sostenido. Hoy, más
de doscientos años después de su llegada a Málaga, la familia Larios sigue
siendo propietaria de un inmenso patrimonio; en cambio, el de los Heredia
desapareció hace más de un siglo. Si estos dominaron con sus negocios la
primera mitad del siglo XIX malagueño, los Larios superaron a los Heredia en la
segunda parte de la centuria, especialmente desde 1860. Cuando los Heredia se
arruinaron, gran parte de sus propiedades pasaron a los Larios, que incluso
llegaron a prestarles importantes sumas de dinero.
Los Larios han tenido mucho de
clan. Se casaban muchas veces entre ellos, primo con prima o tío con sobrina,
lo que suponía que estos matrimonios consanguíneos provocasen en algunos
descendientes serios desequilibrios mentales, pero también acumulaban la
herencia y el patrimonio en pocas manos: así todo quedaba en familia. Manuel
Blasco habla directamente de varios locos o retrasados mentales y pone como ejemplo
el de un tal don Arturo (debía de ser Arturo Larios y Tashara), que se pasaba
el día gritando “¡jueves, hoy es jueves!”, aunque fuese lunes, porque los
jueves un criado le llevaba a un prostíbulo. Don Arturo murió en un manicomio.
Como no es nuestra intención
hablar de todos y cada uno de ellos, centraremos este apartado en el iniciador
de la saga, Martín Larios Herreros, primer marqués de Larios. Luego añadiremos
unas breves pinceladas de su hijo Manuel Domingo (al que debemos la calle
Larios) y de su nieto José Aurelio (porque con él entró la familia en el
negocio de los vinos y licores). Empezaremos por el principio, que no es otro
que Pablo Larios de las Heras, el pionero.
PABLO LARIOS DE LAS HERAS (1755-1824)
En Laguna de Cameros se
conserva en estado ruinoso la casa natal de los Larios, en la calle Mayor
número 25. Llama la atención que una familia con tantas propiedades
inmobiliarias aún no la haya comprado para reformarla, antes de que esta se
venga abajo y sea ya demasiado tarde. En esta rústica vivienda vivió hace más
de dos siglos un ganadero llamado Pablo Larios de las Heras, cuya
situación económica empeoró sensiblemente con la crisis de la ganadería
trashumante. Pablo Larios se casó en 1784 con Ana Llera, con la que tuvo
solo un hijo, Manuel Domingo (1786), pues Ana falleció a los dos o tres
años del matrimonio. Pablo se volvió a casar en segundas nupcias con Gregoria
Herreros Sáenz y de este matrimonio nacieron: Pablo Eustaquio en
1793; Juan Ramón en 1796 (recordemos que el padre de Juan Ramón Jiménez
era también camerano y por eso el nombre que le dio al poeta); Martín en
1798 y Pascuala en 1799. Pablo Larios, con cinco bocas que alimentar y
ante las malas perspectivas que había en Laguna de Cameros, decidió emigrar al
sur, ese sur que conocería bien por su trashumancia anual. De esta manera el
padre se vino hasta Málaga, posiblemente al amparo de algún pariente lejano
establecido aquí. Esto debió de ocurrir en los primeros años del siglo XIX.
Los primeros años siempre son
oscuros y no nos han llegado apenas documentación sobre la familia Larios
anterior a 1808. En las fuentes consultadas, la mayoría de los historiadores
pasan de puntillas por los inicios de los Larios en Málaga. Nosotros vamos a
intentar dar un poco de luz aún a riesgo de equivocarnos. Mi hipótesis consiste
en que los cinco hijos de Pablo Larios de las Heras fueron llegando
sucesivamente al sur según iban alcanzando la adolescencia. Mientras tanto se
criaron en Laguna de Cameros con su madre Gregoria, hasta que esta falleció el
17 de agosto de 1814, según reza su partida de defunción hallada por el párroco
de Laguna, Basilio Allona, a principios del siglo XX. Los hijos pudieron llegar
en tres etapas sucesivas:
- La primera etapa
debemos de situarla hacia 1801 o 1802, antes de la epidemia de
fiebre amarilla de 1803. Pablo Larios de las Heras llegó a Málaga con su hijo
mayor, nacido de su primer matrimonio, Manuel Domingo. Antes, según era
tradición entre todos los que emigraban desde Laguna de Cameros, visitaría la
cueva donde vivió como ermitaño Santo Domingo de Silos, a cinco kilómetros del
pueblo, y se llevaría, al igual que hacían muchos, una piedrecita como amuleto.
En 1800 Málaga era una ciudad con una gran proyección económica. Su puerto,
desde que en 1778 Cádiz había perdido el monopolio del comercio con la América,
estaba entre los tres más importantes de España, junto con Barcelona y Cádiz.
Por eso Pablo pondría su mirada en Málaga.
Pensamos que este debió de
llegar a Málaga en los primeros años del siglo por dos razones. En primer
lugar, su hijo Manuel Domingo, nacido en 1786, había cumplido en 1801 los
quince años, edad en la que solían iniciarse en el trabajo muchos cameranos. En
segundo lugar porque, si atendemos a las fechas de nacimiento de los otros
vástagos de Pablo Larios (Pablo en 1793; Juan en 1796; Martín en 1798 y
Pascuala en 1799), podemos observar que los alumbramientos se interrumpieron
definitivamente en el último año del siglo XIX (recordemos que Gregoria
Herreros, la segunda mujer de Pablo Larios, no falleció hasta 1814). En los
primeros años del siglo XIX el padre ya no debía vivir en Laguna de Cameros.
- La segunda etapa
coincide con los inicios de la Guerra de la Independencia (1808-1814), origen
de la fortuna de los Larios, al igual que la de los Heredia. En 1808
Pablo Eustaquio había cumplido ya los quince años, mientras que su hermano Juan
Ramón tenía doce. Sabemos que en 1809 Manuel Domingo y su hermanastro Juan
Larios (que de los tres hermanos varones era el que estaba menos dotado para los
negocios), formaron la sociedad Manuel Domingo Larios y Hermano,
mientras que el padre se fue a Gibraltar donde creó con su hijo Pablo la
sociedad Larios Hermanos.
Con estas dos sociedades, la
malagueña y la gibraltareña, los Larios se dedicaron al préstamo monetario y al
contrabando de productos como el café, cacao, mantequilla, seda o perfumes.
Pensemos que con la guerra los circuitos comerciales habituales habrían quedado
alterados o suprimidos, y el contrabando encontró de esta manera un terreno abonado.
Este fue el origen de la fortuna de los Larios.
- La tercera fase la
podemos localizar en torno a 1814, al acabar la Guerra de la
Independencia y es la que afecta a nuestro protagonista, Martín Larios, futuro
marqués de Larios. Se llamaba así porque había nacido a las cuatro de la
madrugada de un once de noviembre de 1798, festividad de San Martín. Don
Basilio Allona y Cañas había sido cura de almas de Laguna de Cameros durante
más de treinta años (entre 1900 y 1933). Conocía bien la tradición oral de su
pueblo y, por lo tanto, su opinión debe ser tenida en cuenta. Además, a él le
debemos el descubrimiento de la partida de defunción de Gregoria Herreros en
los archivos parroquiales, como dijimos más arriba. Según el sacerdote, Martín
Larios emigró a Málaga a los catorce o dieciséis años (esto es, hacia
1812-1814), “donde inauguró su carrera comercial en un establecimiento de
tejidos”. Hay quien afirma que empezó a trabajar de zagal en un comercio de
calle Compañía, propiedad de un pariente lejano (¿o quizá su hermano?), Juan
Larios. Pero de esto no hemos encontrado pruebas.
Al finalizar la Guerra de la
Independencia, sin que podamos determinar con exactitud la fecha, los dos
hermanos pequeños, Martín y Pascuala, junto con su primo Juan de Dios Basanta, se
establecieron en Cádiz, donde fundaron la sociedad Martín Larios, Basanta
y Cía. Cádiz había tenido el monopolio comercial con América hasta 1778
y era por entonces un puerto comercial de primer orden. De manera que,
resumiendo, los Larios tienen establecidas sociedades en Málaga, con
Manuel Domingo y Juan; en Gibraltar con Pablo hijo y en Cádiz con
Martín y Pascuala.
El patriarca, Pablo Larios de
las Heras, o no volvió o volvió poco en estos años por Laguna de Cameros, como
lo demuestra la interrupción de los embarazos de Gregoria, su segunda esposa, a
partir de 1799. ¿Se empezó a llevar mal con su mujer? ¿O fue esta la que,
apegada al terruño, no quiso acompañarla en su aventura andaluza? No lo
sabemos. Un viaje entre Málaga y Laguna de Cameros (800 kilómetros), a
principios del siglo XIX, cuando aún no se había inventado el ferrocarril, no
era poca cosa. Aunque Pablo Larios, en sus orígenes ganadero trashumante,
tendría que estar acostumbrado a tales desplazamientos. El caso es que Gregoria
Herreros Sáenz falleció en 1814 en su pueblo natal, Laguna de Cameros; mientras
que Pablo Larios de las Heras lo hizo en Málaga diez años más tarde, en 1824, a
los 69 años de edad.
En Cádiz se casaron en 1826
los primos Juan de Dios Basanta y Pascuala Larios Herreros.
En Gibraltar, Pablo
Larios contrajo matrimonio con una llanita, Jerónima Tashara, y acumuló con sus
negocios una importante fortuna. Luego hablaremos de sus hijos Aurelia y
Ricardo. De ideología liberal, donó en 1831 la exorbitante suma de 2.000 duros
para la causa de Torrijos. Pablo Larios Herreros murió en Gibraltar allá por el
año 1869, al ser atropellado por un carro.
Juan Larios Herreros se casó en 1831 en la iglesia de San
Juan con María del Carmen Enríquez García. No tuvieron descendencia. De los
cuatro hijos varones, Juan no destacó tanto en los negocios como sus hermanos
Manuel Domingo, Pablo y Martín.
Y el hermano mayor, Manuel
Domingo, el que se quedó en Málaga con su hermano Juan, también reunió un
considerable patrimonio dedicándose al préstamo, desde su establecimiento en la
calle Nueva 62. Su esposa Ana María Martínez de Tejada, falleció en 1819 a los
24 años, dejándole varios hijos, entre los que destacaremos a Carlos (que sería
el dueño de la Aurora) y Margarita (que se acabaría casando con su tío, el
primer marqués de Larios). Ya sé que es un lío. Tenga paciencia el lector y
comprobará que no es tan difícil.
En el año 2003 aparecieron sus
tumbas en las reformas de la iglesia de San Agustín. Allí llevaban Manuel
Domingo y su mujer Ana María casi dos siglos, durmiendo el sueño de los justos.
MARTÍN LARIOS HERREROS, PRIMER MARQUÉS DE LARIOS
Por fin ha llegado el momento,
tras esta introducción que espero que no haya sido muy farragosa, de hablar del
primer marqués de Larios. Martín, aunque era el menor de los varones, debió de
ser más inteligente si cabe que sus hermanos, porque fue el único que alcanzó
la nobleza. Y, curiosamente, el hijo menor fue el que llegó más lejos en el
mundo empresarial.
Nos habíamos quedado con
Martín establecido en Cádiz al frente de una sociedad mercantil junto con su
primo y cuñado. Es muy probable que la fecha de la llegada definitiva de Martín
Larios a Málaga fuese la de 1830, porque ese año falleció el mayor de los
hermanos Larios, Manuel Domingo, a los 44 años de edad, aquel cuya sepultura
fue descubierta hace poco en San Agustín. Manuel Domingo nombró en su
testamento tutor de sus hijos menores de edad a su hermano Martín, lo que dice
mucho y bueno a favor del futuro marqués. Por este motivo Martín llegó a Málaga
y tan en serio se tomó su papel de tutor que se casó con su sobrina Margarita
Larios (1812-1892) en la iglesia de los Mártires el 11 de abril de 1831.
Ella será la futura marquesa de Larios.
Lo segundo que hace Martín
Larios en nuestra ciudad es fundar con sus hermanos y otros familiares la
sociedad Larios Hermanos y Cía el 11 de octubre de 1831, que “se
dedicará a la venta al por mayor y al por menor de manufacturas de lana,
algodón, seda y todo ramo que convenga a sus intereses”. Todas las acciones de
esta exitosa sociedad las acabaría comprando Martín en 1861. Siempre se ha
hablado de dos etapas en esta sociedad: una de tipo prestamista (1831-1845) y
otra más marcadamente empresarial (desde 1845 en adelante). En realidad, desde
la década de los años cuarenta del siglo XIX, Martín Larios comenzó sus
inversiones industriales. Las realizará fundamentalmente en dos sectores: el
textil y el azucarero.
En efecto, Martín Larios, al
frente de su sociedad, compró terrenos en La Axarquía y entre Málaga y
Gibraltar, con el fin de explotarlos para la industria azucarera. Así creó cuatro
ingenios en Torre del Mar (Nuestra Señora del Carmen), Torrox (San Rafael),
Nerja (San José) y Motril (Nuestra Señora de la Cabeza). En total llegó a
reunir más de 13.000 hectáreas dedicadas a la producción de caña de azúcar. Si
muchos terrenos de Maro están aún sin construir es porque son propiedad de la
familia Larios.
En cuanto la industria textil,
su gran aportación fue la Industria Malagueña, que creó junto con Manuel
Agustín Heredia en 1846, poco antes de morir este. Esta fábrica daba trabajo en
1862 a unas 2.000 trabajadoras y tuvo como modelo las fábricas nacidas en
Inglaterra como consecuencia de la Revolución Industrial. Así, para su diseño y
funcionamiento, Martín Larios contrató a técnicos ingleses que instalaron en
Málaga las primeras máquinas de vapor, la tecnología más avanzada de su época.
La Industria Malagueña superó todas las expectativas iniciales y se decía que
era la mayor del mundo. Fue visitada en 1904 por el rey Alfonso XIII. Junto a La
Aurora, fundada por su sobrino y cuñado Carlos Larios, marqués de Guadiaro,
en 1856 y que daba trabajo a unas 800 mujeres, forman las que podíamos llamar
las joyas de la corona de los Larios. Ambas cerraron en la década de los
sesenta del siglo XX. La Aurora ocupaba los actuales jardines de Picasso.
Además de esto, Martín Larios
tuvo una fábrica de aceite y otra de jabón. Creó una compañía de seguros y una
sociedad de vapores. Para el sostenimiento económico de sus empresas, fue
fundador y director del Banco de Málaga, con sede en calle Córdoba (que
entonces tenía el bello nombre de Alameda Hermosa), que llegó a emitir
billetes. También participó en la construcción del ferrocarril de Málaga a
Córdoba, tan necesario para el comercio y la industria malagueñas. En el viaje
inaugural, el 10 de agosto de 1865, el tren tardó ocho horas en salvar los 193
kilómetros del recorrido.
Martín Larios fue un
trabajador inteligente e incansable, con mucho talento para los negocios y que
supo diversificar su actividad mercantil. Por todos estos méritos, la reina
Isabel II le concedió el título de Marqués de Larios en 1865. Martín
Larios también fue senador vitalicio. De esta manera, la Casa Larios se
convirtió en un modelo a seguir por otros empresarios españoles.
Quizá el peor día de la vida
de Martín Larios fue el 20 de octubre de 1868. Residía en la Alameda Principal, en una hermosa casa con
tres fachadas (a la Alameda, al muelle y a la entonces llamada calle del
Peligro), en donde se construyó más adelante el edificio de la Equitativa. Eran
días convulsos y la reina Isabel II había huido a Francia. En Málaga, las
trabajadoras de la Industria Malagueña sufrían cada día unas bochornosas
condiciones laborales para poder cobrar un sueldo miserable. Vivían en
corralones que no reunían las más mínimas condiciones de salubridad e higiene.
Estas mujeres principalmente son las que el 20 de octubre asaltaron la casa de
los Larios con no muy buenas intenciones.
La marquesa de Larios con sus
hijas, ayudadas por criados, pudieron huir por el tejado, mientras que Martín
Larios, su hijo Manuel Domingo y su sobrino Ricardo Larios fueron retenidos por
la multitud. Fueron salvados gracias a la valentía de un capitán de la Milicia
Nacional, llamado José Zaragoza quien, poniendo en serio riesgo su vida, logró
conducirlos al palacio de la Aduana para dejarlos bajo la protección del
Gobernador Militar. Los Larios aseguraron entonces no ser conscientes de las
malas condiciones de trabajo de sus empleados y pidieron perdón por ello.
Subieron el salario un 20% a sus trabajadores. Se conserva en el Archivo Díaz
de Escovar la carta que los Larios, a través de sus apoderados, enviaron al
Diario Mercantil para dar las gracias a los valientes milicianos que les habían
salvado la vida.
Dos días más tarde, embarcaron
para Gibraltar y de ahí a Londres y a París. Martín Larios nunca más volvió a
pisar Málaga, ni siquiera para la inauguración del asilo de las Hermanitas de
los Pobres, en el que tanta ilusión había puesto. Murió en París el 18 de
diciembre de 1873. Dejaba una fortuna de 29 millones de pesetas. Sus restos
llegaron a Málaga el 14 de enero de 1875 y, tras un funeral en la Catedral,
fueron enterrados en las Hermanitas de los Pobres.
A Julián Sesmero le sorprendía
que no se le hubiese dedicado a Martín Larios en Málaga ninguna calle, plaza o
monumento. Solo una placa conmemorativa en el Salón de los Espejos del
Ayuntamiento recuerda su memoria.
En 1925 don Basilio Allona,
párroco de Laguna de Cameros, no se explicaba cómo Martín Larios no había
dejado “ni un triste recuerdo” en su pueblo natal, a diferencia de Manuel
Agustín Heredia, que construyó unas fabulosas escuelas en Rabanera de Cameros.
DESPUÉS DE MARTÍN LARIOS
Digamos unas palabras
brevemente del segundo y del tercer marqués de Larios, el de la calle Larios y
el de las bodegas, respectivamente. Pero antes hablemos de Ricardo Larios que,
recordemos, fue detenido junto con su tío y su primo por las turbas ese día de
infausta memoria para la familia.
Ricardo Larios y Tashara era hijo de Pablo Larios, el que se afincó en
Gibraltar, y de la gibraltareña Jerónima Tashara. Era un tacaño redomado que
para ahorrar gastos vivía en la casa de su primo y cuñado Carlos Larios, el
dueño de La Aurora. Allí no gastaba nada. Se vestía con los trajes de su
pariente y cuentan que tenía su ropa interior llena de rotos y remiendos. A
pesar de eso, era poseedor de una increíble fortuna. No se casó para evitar
dispendios innecesarios. Cuando le decían que para qué guardaba tanto dinero si
sus sobrinos lo iban a derrochar todo cuando lo heredasen, Ricardo contestaba:
“Por mucho que ellos disfruten tirándolo, más he gozado yo ahorrándolo”. Dejó
escrito en su testamento que “mi entierro sea lo más modesto posible”. Esperemos
que se cumpliese su voluntad.
Martín Larios, primer marqués
de Larios, y su esposa y sobrina Margarita Larios tuvieron cinco hijos:
1- Emilia (1832-1868),
que casó con Enrique Crooke Manescau.
2- Ana María
(1833-1884), que murió soltera.
3- Olimpia (1835-1840),
de nombre inédito entre los cameranos, falleció niña.
4- Manuel Domingo
(1836-1895), segundo marqués de Larios, que nunca se llegó a casar.
5- Martín (1838-1889).
Este último, a pesar de padecer importantes desequilibrios mentales, contrajo
matrimonio con su prima Aurelia Larios y Tashara, hija de Pablo Larios,
el que se estableció en Gibraltar y hermana de Arturo, el loco del que
hablábamos al principio del capítulo, y de Ricardo, el tacaño redomado. Del
matrimonio de Martín y Aurelia nacerá el tercer marqués de Larios, José
Aurelio Larios y Larios.
Manuel Domingo Larios y Larios
desde pequeño participó en los negocios familiares. Tras iniciar sus estudios
en Málaga, viajó a París para formarse como ingeniero. Fue de los que la
multitud sorprendió en su casa aquel día de aciaga memoria y tuvo que huir a
Gibraltar. No volvió a Málaga nunca más, ni siquiera el día de la inauguración
de la calle Larios, celebrado 23 años después: todavía no se le había olvidado
el mal rato. Sabemos que Manuel Domingo vino de incógnito en otras fechas a
Torre del Mar, donde los Larios tenían una casa de recreo, sin hacer parada en
Málaga. Con esto quiero decir que el segundo marqués de Larios nunca pisó en su
vida la calle que él mismo mandó construir.
La fortuna de la Casa Larios
creció de manera espectacular a finales del siglo XIX a causa de la ruina de
los Heredia y de la crisis de la filoxera. Aprovechándose de la pérdida del
valor de los viñedos y de la pobreza y penuria en la que habían quedado sus
dueños, los Larios compraron muchos terrenos y fincas. Se cuenta que no hubo
pueblo de la provincia donde estos no tuviesen propiedades. La de los Larios
fue la única casa grande que se salvó de la crisis finisecular.
Sin duda la mayor realización
de Manuel Domingo Larios, segundo marqués de Larios, fue la calle que
lleva su apellido. Cuenta Domingo Mérida6 que el primer proyecto de
la calle Larios trazaba un arco por las calles Salinas, Strachan, la plaza del
Obispo y Sancha de Lara. Aunque en un principio participaron en el proyecto
cinco accionistas (los Larios, los Heredia, Antonio Campos, Jorge Loring y
Simón Castel), finalmente fueron los Larios los que se encargaron de la
totalidad de la obra. Una obra para la que el Ayuntamiento puso tres
condiciones: que se ejecutase en un plazo máximo de cuatro años; que los
edificios no superasen los veinte metros de altura, y que los 4.800 m2
de superficie de la calle pasasen a ser de propiedad municipal.
El arquitecto que dirigió las
obras fue Eduardo Strachan Viana-Cárdenas. Al parecer, el primer edificio que
construyó Strachan fue en 1877 y era de otro camerano, Pedro Alonso García, del
que luego hablaremos. Estaba en la calle Sánchez Pastor esquina con Santa María
y tal fue la solidez y modernidad del edificio que los Larios decidieron
encargar las obras de su calle a este arquitecto. En ellas trabajaron muchos
obreros, entre los que destacaremos a un joven Antonio Baena Gómez, que empezó
de botijero y acabó siendo el constructor más rico de Málaga y el primer
presidente de la Agrupación de Cofradías.
El día 27 de agosto de 1891 se
inauguró la calle Larios. Como el marqués estaba ese día veraneando en
Biarritz, Antonio Jiménez Astorga, apoderado de los Larios, fue el encargado de
entregar la obra al Ayuntamiento. La nueva vía tenía 300 metros de largo por 16
de ancho. Desde la construcción de esta calle, la actividad empresarial de los
Larios se centró cada vez más en las inversiones inmobiliarias.
Cuando en 1895 falleció en
París el segundo marqués de Larios, enfermo de diabetes, el Ayuntamiento aprobó
dedicarle un monumento a la entrada de su calle. Se lo encargó al afamado
arquitecto Mariano Benlliure. La estatua se inauguró en 1895 y desde su
pedestal el marqués estuvo contemplando plácidamente la vida diaria de los
malagueños, hasta que en 1931 unos obreros desagradecidos arrojaron la estatua
a las aguas del puerto. Tuvieron que sacarla al poco del agua, porque el bronce
de la estatua producía una corriente electrolítica que afectaba a los motores
de los barcos. Hasta 1951 no fue repuesta en su lugar. Hoy el Ayuntamiento,
tras las reformas de la Alameda, la ha retranqueado unos metros, con lo que la
estatua del marqués de Larios ya no está en un lugar privilegiado, en el centro
visual del eje de la Alameda y el Parque. Sin duda, ha sido para facilitar la
circulación del tráfico que pasa por la
Alameda. Además, Domingo Larios miraba desde su pedestal hacia la
Alameda, para dar la bienvenida a los visitantes. En cambio, los poderes
municipales han decidido acabar con una tradición de 120 años y han girado la
estatua del marqués, que ahora dirige su mirada hacia su calle. Debe de ser
para que no se pierda el espectáculo de luz y sonido navideño o para que vigile
el circo turístico en el que se ha convertido la calle Larios, una calle por la
que antes paseábamos los malagueños.
El tercer marqués de Larios
se llamaba José Aurelio Larios y Larios (1869-1937). Su padre no pudo heredar
el título nobiliario por su manifiesta incapacidad mental. Sus padres eran primos y sus abuelos tío y
sobrino, con lo que es un milagro que fuera un hombre sensato y centrado. En su
persona, como en una auténtica dinastía, se concentró gran parte de la fortuna
familiar. Heredó de su abuelo Martín el título de marqués de Larios y, de su
tío abuelo Carlos Larios, el de marqués de Guadiaro. De su padre, toda su
fortuna, pues era hijo único y, de su tío Manuel Domingo, segundo marqués de
Larios, su inmenso patrimonio, pues este murió soltero.
José Aurelio Larios era
bastante prudente y fue el que emprendió la aventura de los vinos, al comprar
en 1918 las famosas bodegas Jiménez y Lamothe, fundadas en 1852, base de las Bodegas
Larios y de su famoso Brandy 1866. Amplió la oferta de sus bodegas creando
la ginebra Larios, mundialmente conocida.
En la actualidad Salsa
es la sociedad que gestiona el patrimonio familiar de los Larios. Con un valor
de 610 millones de euros se dedica al alquiler de oficinas y locales, a la
venta de promociones inmobiliarias y a la producción agrícola de sus fincas, centradas
en el cultivo del aguacate. Salsa es la que gestiona la famosa finca
Dehesa de los Llanos (Albacete), de 11.000 hectáreas, que fue comprada al
marqués de Salamanca en una de sus ruinas por 120.000 pesetas. Es de todos
sabido que las viviendas y los locales de la calle Larios, una de las más
comerciales de Europa, son propiedad prácticamente en su totalidad de dos
familias, los Larios y los Quesada, no sabría decir en qué porcentaje. El
periodista Ramón Triviño ha calculado el actual patrimonio de los Larios en
18.000 millones de euros.
Notas
6- MÉRIDA, Domingo: 3.900
calles. Enciclopedia del callejero malagueño, Ayuntamiento de Málaga, 2004,
página 361.