Por Fernando Alonso González
Hablar de Félix Sáenz es
hablar de una de las personalidades más queridas y populares en la Málaga de principios
del siglo XX. Junto a Martín Larios y a Manuel Agustín Heredia, forma la
trilogía clásica de cameranos ilustres arribados a Málaga a lo largo del siglo
XIX. Había nacido en San Román de Cameros, provincia de Logroño, el 29
de julio de 1859, hijo de Manuel Sáenz y de Inés Calvo. Pertenecía a una
familia muy humilde y en 1868, con solo 9 años, emigró a Úbeda para trabajar en
un comercio de tejidos.
En 1874, con 15 años, llegó a
Málaga. Al año siguiente lo encontramos ya empadronado junto a sus dos primos,
Manuel y Julián Sáenz Benito, en el número 60 de la calle Nueva, esquina a la
calle Zapateros. Había venido para trabajar en una sastrería y tienda de
tejidos al arrimo de un pariente, Matías Benito Sáenz, que llevaba establecido
en Málaga desde mediados de siglo. Allí estuvo aprendiendo el oficio como
dependiente hasta 1883, fecha en la que, con 24 años, se independizó de su
pariente y, con 6.000 pesetas que tenía ahorradas, se estableció por su cuenta
en la misma calle Nueva 53-55, esquina a la calle Almacenes, abriendo una
ropería asociado a Sebastián Giménez Ibáñez, natural de Noviercas,
provincia de Soria, y 17 años mayor que Félix Sáenz. Allí se fundó, en 1883, la
sociedad Giménez y Sáenz Calvo, germen de los futuros almacenes.
A principios de 1889 Félix
Sáenz y Sebastián Giménez se trasladaron a la calle Sagasta 2, en la que sería
la sede definitiva del comercio. Para el traslado del local de la calle Nueva a
la calle Sagasta se cuenta una curiosa historia que explica muy bien el
carácter resolutivo y decidido de Félix Sáenz. No he podido verificar en la
prensa de la época esta anécdota, que referimos tal cual la hemos leído10.
Un día, cuando Félix Sáenz fue a abrir su tienda, se encontró con que unos
operarios municipales estaban procediendo a la demolición del edificio por
amenazar ruina, demolición que no había sido previamente notificada. Ante la
gravedad de la situación y sin más demora, emprendió el traslado de toda la
mercancía y enseres de la tienda a un nuevo local, que con el tiempo se
acabaría convirtiendo en definitivo, en la calle Sagasta. En cambio, lo que sí
está documentado, y es prueba del carácter generoso de Félix Sáenz, es que con
sus primeros ahorros compró la casa en la que vivían sus padres en San Román de
Cameros.
Hacía 1890 debió de disolverse
la sociedad con Sebastián Giménez, puesto que desde 1891 lo encontramos ya solo
al frente del negocio. Al poco, Félix Sáenz se casó con Rosario Munsuri
Hernáiz y se fue a vivir con algunos sobrinos al mismo edificio de la calle
Sagasta 2, mientras que sus empleados lo hacían en los pisos superiores del
inmueble, según costumbre tradicional del gremio de los comerciantes malagueño.
Poco a poco el negocio fue
prosperando y Félix Sáenz fue comprando las casas aledañas a su negocio, hasta hacerse con
toda la manzana. Así, en primer lugar, adquirió el edificio contiguo y recién
construido de la calle Moreno Carbonero 11, esquina a la calle Sagasta y obra
del arquitecto Jerónimo Cuervo. A continuación fue comprando solares de la
calle Sebastián Souviron 3 al 21, en el que levantó en 1901 un edificio con
proyecto del arquitecto Fernando Guerrero Strachan. Finalmente, el conocido
edificio de los Almacenes Félix Sáenz, fue obra del arquitecto Manuel Rivera
Vera, que ya había construido en 1908 el edificio de la calle Alarcón Luján 1,
esquina a Puerta del Mar y que tanto había gustado a Félix Sáenz. El edificio
que todos conocemos se terminó en 1914 y tiene influencias neobarrocas y
catalanas, porque los balcones de su segundo piso recuerdan a la Casa Batlló de
Gaudí. En enero de 1915 el Ayuntamiento le concedió la cédula de habitabilidad
y, desde entonces, ocuparon toda la manzana los Almacenes de Tejidos y
Novedades de Félix Sáenz Calvo.
Desde 1902 apadrinó a Antonio
Baena, que empezó de botijero en las obras de la calle Larios y que se
convirtió en el maestro de obras de los muchos proyectos que Félix Sáenz
llevaría a cabo a lo largo de su vida. Las más conocidas son las llamadas
popularmente Casas de Félix Sáenz en el Paseo de Reding, de Guerrero Strachan,
pero también fue promotor de viviendas en Melilla o de unas modernas escuelas,
cuya primera piedra puso el mismísimo Alfonso XIII en 1926 y que no llegaron a
realizarse. Félix Sáenz se había educado en una escuela gratuita que había en su
pueblo, creada por donación particular y, por eso, siempre quiso donar a Málaga
unas escuelas, como habían hecho otros cameranos en sus pueblos.
Después de la crisis
industrial de finales del siglo XIX y de la plaga de la filoxera, que arruinó
gran parte de nuestros viñedos, muchos vieron en el potencial turístico de
Málaga una salida a la crisis económica. Entre ellos estuvo Félix Sáenz, como
presidente del consejo y accionista de la sociedad que se había constituido
para la compra y rehabilitación del Hotel Hernán Cortés, que en 1918 se
convirtió en el Hotel Caleta Palace. Con sus 200 habitaciones (todas con cuarto
de baño) era el más moderno de una Málaga que aspiraba a convertirse en una
Biarritz o un San Sebastián.
¿Pero cómo consiguió Félix
Sáenz convertirse en la segunda fortuna de Málaga, después de la familia
Larios? El secreto de su éxito hay que buscarlo en su espíritu emprendedor y en
su genio comercial. Compraba al por mayor y de manera masiva en las grandes
fábricas catalanas (se decía que cuando iba por Barcelona temblaba la Bolsa),
hasta convertirse en su principal cliente. De ahí su conocido eslogan: comprar
más para vender más y más barato. En definitiva, Félix Sáenz revolucionó el
mercado local y regional por la calidad y buen precio de sus productos,
convirtiendo a sus almacenes en los más importantes de Andalucía.
Distribuía sus compras por
Andalucía, Extremadura, Castilla-La Mancha, Canarias y el norte de África, para
lo que llegó a mantener a nueve viajantes. Su tío, José Sáenz Pastor, vivía en
Barcelona y era el que se encargaba personalmente de las compras. Su hermana
Rafaela trabajaba en París con uno de los mejores modistas de la época, y le
facilitaba valiosa información sobre las tendencias de moda y los nuevos
tejidos.
En los almacenes trabajaban 70
empleados cuya máxima era: primero, el cliente; segundo, el buen precio y
tercero, la buena calidad. Prueba de ello es la siguiente anécdota: se
cuenta que en una ocasión unas clientes suyas, venidas desde Colmenar, se
lamentaban en la puerta de los almacenes de que su distracción comprando les
había hecho perder el autobús de regreso a su pueblo. Félix Sáenz, que las oyó
casualmente, puso su coche y su chófer a disposición de las señoras para que
las llevase a su pueblo de vuelta, eso sí, después de que las clientas acabaran
sus compras. Félix Sáenz tuvo dos de los primeros coches que circularon por
Málaga: uno matriculado en 1911 con la placa MA-47 y otro de 1912, con
matrícula MA-89.
Pero no todo fue un camino de
rosas para Félix Sáenz. La riá de 1907 acabó con gran parte de las
existencias de su almacén, cuyas telas se cuenta que flotaban por el
Guadalmedina.
Félix Sáenz fue el segundo
Hermano Mayor que tuvo la Congregación de Mena (1924-1926), mientras que su
mujer, Rosario Munsuri, fue la camarera mayor. Le cupo el honor de traer por
primera vez a la Legión a Málaga en la Semana Santa de 1925. El Jueves Santo
llegaron en hidroavión a nuestra ciudad el general Primo de Rivera y el coronel
jefe del Tercio, un tal Francisco Franco. Tras comer en la casa de Félix Sáenz,
Primo de Rivera presidió desde la Tribuna Oficial el desfile de la procesión,
mientras que Franco hizo lo propio en cortejo procesional, delante del Cristo
de Mena.
Félix Sáenz también sacó
tiempo para la política y para defender los intereses de los malagueños. Además
de presidente del Círculo Mercantil en 1900, fue concejal en 1901, teniente de
alcalde y presidente de la Junta de Festejos, puesto desde el cual dio un
impulso a la feria malagueña. Fue, además, diputado y senador vitalicio. Amigo
personal del rey Alfonso XIII, fue condecorado por la Cruz Roja en 1900 por la
ayuda prestada en el naufragio de la fragata Gneisenau. También recibió la Gran
Cruz de Isabel la Católica. Fue nombrado Hijo Adoptivo de Málaga en 1925. La
plaza donde abrían sus puertas sus conocidos almacenes recibió el nombre de
Félix Sáenz en 1922.
El día 8 de diciembre de 1926
Félix Sáenz había estado trabajando, como un día más, en sus almacenes,
atendiendo directamente a sus clientes, como solía hacer. Por la noche, ya en
su casa, se sintió indispuesto. Falleció poco después de un paro cardíaco. Su
entierro fue, quizá, uno de los más multitudinarios que se recuerdan en Málaga,
a tenor de las fotos que conservamos y de la información de la prensa. Su
corazón estaba muy cerca del pueblo por su humilde extracción social. El
cortejo partió a las tres de la tarde desde su casa Parque Rosario en el
Limonar y, atravesando todo el Centro de Málaga, se dirigió hasta el cementerio
de San Miguel. Lo presidían, además de su viuda y sus sobrinos, el alcalde, el
gobernador civil y el gobernador militar, el presidente de la audiencia, el
presidente de la recién creada Agrupación de Cofradías, su fiel amigo Antonio
Baena... En la calle Larios se congregó un gran gentío. Nunca, aseguraron los
cronistas, había conocido Málaga tan sincera y sentida manifestación popular de
duelo.
Así murió el genio del
comercio, que llegó sin nada y lo consiguió todo.
Nota
10- SESMERO, Julián: Paseo
romántico por la Málaga comercial, Editorial Bobastro, Málaga, 1985, página
113.