31/3/20

12 cameranos que dejaron huella (12 de 12): Bonifacio Gómez Martínez (1851-1947)


Por Fernando Alonso González

Aunque Bonifacio Gómez Martínez había nacido en Granada, era hijo de Felipe Gómez de Codes, bautizado en Laguna de Cameros, el pueblo de los Larios. Estamos ante otro camerano que había emigrado al sur a mediados del siglo XIX en busca de mejores perspectivas económicas. Algunos de estos cameranos ya venían con dinero, como lo prueba el que su hijo Bonifacio estudiara la carrera de farmacia en Granada, algo entonces sólo accesible para unos pocos privilegiados.

Tras obtener el título de licenciado en 1875, pagó la nada despreciable suma de 2.000 pesetas para poder librarse de tener que hacer el servicio militar obligatorio. Comenzó a trabajar en la antigua farmacia de Juan Bautista Canales, en la calle Compañía y en 1883 tomó a su cargo la farmacia de Alfarnatejo. En 1886 es cuando compró la farmacia de la calle San Juan. En 1889 se casó con Josefa de Linares Enríquez, matrimonio del que nacieron tres hijos: Josefa, que se casaría más tarde con Antonio Mata Vergel, el de la farmacia de la calle Larios; María Manuela, que ingresaría en las teresianas y Bonifacio, llamado a ser el sucesor de la farmacia.

Bonifacio Gómez es conocido por ser el creador de la farmacia de guardia, porque su farmacia estaba abierta todo el día y cuando estaba cerrada, como vivía en el piso de arriba, con una campanilla primero y un timbre eléctrico después, atendía a todo aquel que necesitara un medicamento, fuera la hora que fuera. Ángel González Caffarena lo recuerda con sus pantuflas elaborando preparados o recetas que le llevaba mucho tiempo preparar y por las que cobraba cantidades irrisorias. Pero lo que más llamaba la atención de Bonifacio, haciendo honor a su nombre, era su carácter bondadoso que han heredado sus descendientes (y doy buena fe de ello), del que conservamos muchas anécdotas. Así, cuando Crespo abrió su farmacia, muy cerca de la suya, en los años 30 del siglo XX le pidió permiso a Bonifacio que generosamente se lo concedió contestándole: “el sol sale todos los días para todo el mundo”. Su trato humanitario y su cristiano estilo de vida (iba a misa todos los días a la cercana iglesia de San Juan), le granjearon desde el principio el cariño de los pobres a los que Bonifacio no sólo remediaba sus enfermedades, sino que también deslizaba disimuladamente unas monedas o algún billetito para paliar el hambre o la necesidad. Solía decir a menudo: “nada hay que justifique tanto mi profesión como asistir a un enfermo, evitarle dolores y contribuir a su bienestar”.

En 1935 fue nombrado Colegiado de Honor por el Colegio de Farmacéuticos de Málaga, título que con agrado exhibía en su rebotica. En un artículo publicado al día siguiente en La Unión Mercantil se hablaba de su “afabilidad venerable” y de su “laboriosidad, honradez y competencia profesional”. Bonifacio, al recoger el título, decía con modestia: “sólo he cumplido con un deber profesional”.

También fue muy conocida en Málaga su rebotica, en la que se celebraban todos los días tertulias a las que acudían otros boticarios y comerciantes de las calles aledañas, en una época en la que se disponía de más tiempo y la vida estaba bastante menos ajetreada que hoy11.

Bonifacio Gómez le puso a su farmacia el nombre de Santa Teresa, pero todo el mundo la conocía como la farmacia de don Bonifacio. Es de los pocos establecimientos comerciales de los que apenas he encontrado publicidad: no le hacía falta de tan popular que era. Llama la atención que una persona tan buena viera fallecer a todos sus seres queridos, empezando por su esposa en 1915, su hija Manuela en 1935, su hijo Bonifacio (asesinado en 1937) y su hija Josefa, en 1944. Murió el 23 de agosto de 1947, a los 96 años de edad, fallecimiento que fue muy sentido en toda Málaga, especialmente por las clases humildes que tanto le debían.

Nota.


11- Tomo este dato y otros anteriores del libro de Julián Sesmero: Paseo romántico por la Málaga comercial, Bobastro, 1985, pp. 178-180.